Marruecos y Argelia mantienen tensiones por esta zona rica en yacimientos de fosfato, petróleo y gas, señala el columnista.
Marruecos y Argelia mantienen tensiones por esta zona rica en yacimientos de fosfato, petróleo y gas, señala el columnista.

El conflicto del Sahara Occidental, un territorio al noroeste de África, comenzó luego de que España lo descolonizara en 1975 y Marruecos, al año siguiente, lo ocupó con la llamada “Marcha Verde”, transportando con convoyes militares a 300 mil civiles a residenciarse en esa excolonia –un territorio poco poblado– para luego anexionarlo. En 1973, con el telón de fondo de la Guerra Fría, surge un movimiento independentista, el Frente Polisario, que exige la creación de la República Árabe Saharauí Democrática (RASD) con apoyo financiero y militar de otro país fronterizo, Argelia, aliado, entonces, de la Unión Soviética.

Desde entonces, Marruecos y Argelia mantienen tensiones por esta zona rica en yacimientos de fosfato, petróleo y gas. En el juego de intereses mundial, las pocas naciones que apoyan la independencia de la RASD se identifican con los intereses de la autoproclamada república socialista de Argelia (Cuba, Venezuela, etc.) y los que lo hacen con la monarquía marroquí es por su tendencia prooccidental. Cuando el gobierno de Castillo llegó al poder, reconoció a la RASD como país independiente, pero recientemente el nuevo canciller anuló esta decisión.

En este contexto, lució surrealista que una vocera del partido “socialista progresista”, Juntos por el Perú, en la reciente interpelación del Congreso al primer ministro, en lugar de criticar las torturas a mujeres ejecutadas y filmadas por un grupo de ronderos sin ninguna consecuencia a los victimarios o reclamar la falta de paridad de género en los ministerios, le pareciera prioritario reclamar la decisión de Cancillería sobre la RASD.

Fue surrealista esa protesta durante un debate por un gobierno que se derrumba por mediocridad y escándalos de corrupción. El supuesto progresismo peruano ha resultado un pro-regresionismo.