El régimen iraní no vacaciona. (Foto: EFE)
El régimen iraní no vacaciona. (Foto: EFE)

Los sucesos que están ocurriendo con Irán deben ser seguidos con atención en América Latina y en especial en Sudamérica, pues desde hace dos décadas ese país tiene un importante peso en nuestra región.

Es legítimo cuestionar las razones de la decisión de Trump de matar al principal dirigente de las milicias pro-iraníes en Iraq, Siria, El Líbano y Yemen, Qassem Soleimani, porque el presidente de EE.UU. no tiene una política de estado clara con ese país y porque Trump no es mentalmente estable. Sin embargo, el régimen iraní patrocina a milicias para tratar de dominar el Medio Oriente (las Fuerzas Quds, el grupo Hezbollah, etc.), y estos grupos tienen una siniestra presencia en la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina; así como en la Venezuela chavista y en la propia Argentina, donde funcionarios del gobierno y de la embajada de Irán, junto a miembros de Hezbollah, estuvieron directamente involucrados en los atentados de 1992 y de 1994, contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y contra la sede institucional de la Comunidad Judía de Argentina (AMIA).

Hace cinco años ocurrió la misteriosa muerte del fiscal argentino de la causa AMIA, Alberto Nisman, justo un día antes de que fundamente en el Congreso una acusación contra Cristina Kirchner por el encubrimiento a Irán a cambio de un acuerdo que implicaba juzgar a sospechosos iraníes en una corte internacional.

La condena a Bush por invadir Iraq en 2003 y contra la duradera presencia de EE.UU. en ese país, son legítimas, pero es igual de criticable la presencia de iraníes que, como Soleimani, no estaba vacacionando por Medio Oriente como tampoco lo hacen grupos vinculados a su régimen por nuestra región.

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