Alfredo Ferrero: Abimael Guzmán y el caso Fujimori

El 12 de setiembre (1992), mientras se jugaba el clásico del fútbol peruano y cuando nadie lo esperaba, fue capturado Abimael Guzmán y su cúpula, tras una exitosa operación de inteligencia. Esto inició la derrota de Sendero Luminoso (SL), que aún sobrevive intentando reposicionarse y legitimarse incluyendo focos de violencia en el VRAE, aliados con el narcotráfico, y a través de su brazo político en el Movadef. Lleva en el ADN la violencia que nos sumergió en la desesperanza en su época más oscura.

‘Cachetón’ vivía en Miraflores encubierto bajo Maritza Garrido Lecca. Desde ahí, el sanguinario cabecilla orquestaba matanzas a militares y civiles inocentes. Con su captura se derrumbó el mito mesiánico que daba la impresión de que tomaría el poder. El Perú, sobre todo Lima, estaba sitiado: coches-bomba, torres de alta tensión destruidas, ajusticiamientos y asesinatos selectivos (Moyano, Cafferata, etc.), horas y días sin agua ni luz, matando y masacrando sin piedad, dejando viudas y huérfanos por doquier. 27 atentados de gran magnitud (80-92), entre ellos Tarata y la masacre en Lucanamarca.

Su captura permitió la pacificación bajo el gobierno de Alberto Fujimori (AF), con gran mérito de la PNP. No se puede discutir el liderazgo de AF. Antes, Belaunde y García poco hicieron mientras la figura de Abimael crecía. El capital político del fujimorismo, a pesar del equivocado golpe de Estado del 5 de abril, se construye a partir de la derrota del terrorismo y el manejo eficiente de la economía (control de hiperinflación). Con terrorismo era imposible el resurgimiento económico, la inversión paralizada y la infraestructura, ya deficitaria, era destruida.

Mientras terroristas salen tras sus condenas rebajadas, sin arrepentimiento, ni reparación al Estado (¿es este beneficio aplicable a cualquier preso?), quien derrotó a SL, AF, sigue preso con una discutible sentencia sustentada en la teoría de la “autoría mediata”.