Oiga OEA

El arribo de la delegación de la OEA al Perú es ya un hecho. Y ha sido muy atinada la carta que envió el presidente del Congreso de la República, José Williams, para que escuche a todas las partes y así poder tener una visión más realista de la crisis política que vive el país y quién es el principal generador de esta.

Lejos de dar oficioso cumplimiento a un trámite diplomático, la comitiva internacional debe hacer lo posible por escuchar a las instituciones que intervienen directamente en nuestra vida política. Esta no puede ser una visita tutelada por el gobierno de turno y sus gonfaloneros, pues lo que está sucediendo en el país atañe a todos sus protagonistas.

Es decir, se justifican pedidos de atención no solo del Congreso de la República, sino de los agentes económicos y políticos, así como de organismos representativos de la sociedad civil y de otros poderes del Estado.

La fiscalía de la Nación y la Procuraduría General, por ejemplo, tendrían que estar en su agenda, debido a la manera en que se obstruye su trabajo y labores de fiscalización en las altas esferas del poder. Llegando a extremos de haber despedido incluso a un procurador del Estado por haberse atrevido a tramitar un denuncia contra el presidente Castillo

Como deberían estar, asimismo, en su rol de visitas y entrevistas, la prensa independiente –cuyo trabajo informativo se ve permanentemente atacado y obstaculizado– o la Confiep. Por lo pronto, la Sociedad Nacional de Industrias ya se pronunció, en un reciente comunicado, respecto al presunto golpe que estaría en marcha y que llevó a Castillo a pedir la activación de la consabida Carta Democrática en la OEA, alegando que existía en nuestro país “una clara voluntad de concertación de sectores del Poder Legislativo, del Ministerio Público y otros órganos constitucionales que están encaminados a la ruptura de la institucionalidad democrática”.

Si esta delegación llegara con el único propósito de avalar al gobierno sin oír a quienes están siendo el objetivo directo de sus prácticas antidemocráticas, la OEA confirmaría la galopante pérdida de credibilidad de este organismo regional, agudizada en los últimos años.