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Oh… Michelle O.

“Su columna vertebral no son sus extraordinarios logros académicos (Princeton y Harvard), sino los valores que aprendió en su infancia”.

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El libro Historia de Michelle Obama es una revelación. Por tres razones. La primera es que su título original no tiene nada que ver con la traducción. Es Transformándose en (Becoming) MO. La segunda es descubrir que su columna vertebral no son sus extraordinarios logros académicos (Princeton y Harvard), sino los valores que aprendió en su infancia. (“Mis primeros éxitos en la vida fueron el resultado del amor y las grandes expectativas que me rodearon en casa y en el colegio”). La tercera es que esta mujer salida del South Side, barrio negro de Chicago, triunfadora, carrerista, que manejaba un Saab, pertenecía a un club de vinos y estaba a punto de convertirse en socia de un gran estudio de abogados, un día se topó con un flaco alto de origen africano, un isleño relajado con nombre raro. Llegó tarde en su primer día de trabajo y le cambió su enfoque de vida. (“Como dijo Barack cuando lo conocí, uno puede vivir en este mundo como es, pero igual trabajar para crear un mundo como debiera ser”).
La simetría segura de su niñez con cuatro esquinas cerradas: Michelle, papá, mamá y hermano Craig —atleta consumado, becado y graduado en Princeton, exitoso banquero que dejó la banca para servir— le da las herramientas para alcanzar sus metas. El éxito se vislumbra desde temprano.
Tiene la ruta trazada, nada la hará desviar. Sobre todo no este hombre brillante, pero diletante, a quien todo se le da fácil —Michelle es una chancona— y de quien su papá dice “Buen tipo. Qué pena que no durará”.
El mismo padre, empleado en los reservorios de agua de la ciudad, quien no faltó un solo día al trabajo y que muere una fría madrugada a los 55 años, “habiéndolo dado todo”. El libro de Michelle me enseñó el camino que escogió. Me hizo ver que sus valores son la clave de su éxito. Los mismos que tiene desde su niñez y que llevó intactos a la Casa Blanca. “La presidencia no transforma al hombre, lo revela”.
Un claro contraste con el matón, bocón, gritón que hoy vive allí con su triste mujer robótica al costado. El amigo de Kim y Putin. En su discurso de despedida, Michelle reflexiona sobre la dignidad. “Siempre es una opción y no siempre es la más fácil. Pero las personas que más respeto optaron por ella, una y otra vez, todos y cada día. Cuando los otros descienden, nosotros subimos”.
Anoche miré un video en YouTube sobre los Obama. Los extraño. La gracia felina de Barack, su enorme sonrisa, el entusiasmo de Michelle por las niñas que estudian, propias o ajenas. Su simpatía, su cercanía. Su empatía me tocó el corazón y me hizo llorar.
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