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Occidente y Rusia nuevamente enfrentados
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Hace pocos días Theresa May señaló a Vladimir Putin como responsable de la mala relación con Rusia.
Cierto es que Moscú ha hecho todo lo posible para convertirse en una amenaza frente a Occidente: Georgia, Ucrania, Siria, las elecciones en EE.UU. y la reciente muerte del espía ruso en el Reino Unido validan los cuestionamientos contra Rusia por violar el principio de soberanía y atentar contra intereses occidentales.
No obstante, Occidente también ha sido cuestionado por haber liderado intervenciones militares al margen de la legalidad (Iraq, Afganistán y Libia). Además, May está olvidando que los países occidentales han dado suficientes motivos a Rusia, a lo largo de la historia, para que el gigante euroasiático desconfíe de ellos.
Con el fin de la Guerra Fría, Rusia necesitaba acercarse a Occidente. Se estuvo frente a la posibilidad de una nueva relación, pero Occidente prefirió desafiar a la potencia derrotada, fomentando el crecimiento de la UE y la OTAN hacia el este, y promoviendo cambios políticos en países de influencia rusa.
¿Qué evita que Moscú no continúe su expansión en territorios prorrusos como Transnistria (Moldavia) o Nagorno Karabaj (Azerbaiyán)? ¿Qué evita que Occidente no intente intervenir en algún país del Asia Central?
Lo único claro es que, en un contexto electoral altamente favorable para la reelección de Putin y su discurso nacionalista, una situación así lo favorece.
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