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Núcleo ámbar

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Realidades paralelas. (Foto: GEC).
Fecha Actualización
Ámbar. Ese es el resultado de maridar el naranja con el amarillo y también de la clara alianza que se avizora en la lontananza entre Solidaridad Nacional y Fuerza Popular. Los objetivos de ambos partidos no se diferencian en mucho y las gentes que lo componen tampoco; personas conocidas por sus escarceos con notables conservadores y demagogos, cuyas ideas y propuestas recaen (en muchos casos) en lo onírico y populista.
La resistencia que han encontrado SN y FP en los de sectores de izquierda y el liberal -aunque algunos sean falsos profetas y se digan llamar liberales netamente por cuestiones de marketing- nace no solamente por una disconformidad ideológica, naturalmente, sino también de impedir que algunos elementos camaleónicos y confrontacionales encuentren de nuevo su camino hacia el hemiciclo.
Pero en el mismo modo en que una oposición férrea se ha levantado en contra de los ámbares, un recio bloque de feligreses y partidarios han salido en su defensa, abrigándolos y depositando su confianza en ellos.
Está de más decir que no se puede minimizar a la gente por votar a quien prefiera, ni caer en las bajezas del insulto o la ofensa, pues cada quien tiene sus motivos y razones y a estas alturas es más que evidente que una porción de la población prefiere la narrativa de esos partidos y pues, al fin y al cabo, así es la democracia.
Durante los últimos cuatro años Fuerza Popular ha sido la diana preferida de la disconformidad política que rezumaba nuestra República, una disconformidad ciertamente justificada, propiciada en parte por los elementos nefandos que protegía el partido naranja y que solo hacía que embarrar aún más su imagen ya de por sí bastante deteriorada.
Pero lo que muchos dejaron de lado es que, al final del día, esos congresistas impresentables, esos padres de la patria de vergüenza, esos políticos insufribles que tuvimos que escuchar durante años, representan muy fielmente a la misma porción de la población que les votó.
Más específicamente se trata de ese sector del país que es indiferente a lo políticamente correcto, que no está ni le interesa estar al corriente de las nuevas luchas sociales, o que ha crecido en zonas del país donde la presencia del Estado es tan mínima que no podría comprender las dimensiones de lo que se juega todos los días en esa ciudad llamada Lima. Por supuesto, no por ello menos inteligentes o marginales.
Si no es Fuerza Popular, será el sol de Solidaridad Nacional, y si no son ellos, será otro partido, pues ya hemos visto que no existen reticencias a la hora de fichar o cazar “talento” de un lado u otro. La disolución del Congreso no significó la erradicación de los ideales detrás de FP o del APRA o de quien usted quiera, solo la desaparición de algunos rostros.
Ahora además estamos presenciando cómo se consolida la vertiente religiosa del movimiento conservador del país, siendo cada vez más recurrentes las propuestas que se respaldan en citas bíblicas o eslóganes como “cristiano vota por cristiano”, en vez de datos y argumentos.
¿Tienen algo de culpa los políticos en minimizar la opinión de una parte del país? ¿De mirar por encima del hombro y descalificar al rival por sus creencias? ¿Es posible que burlarse y marginalizar a aquellos que pensaran diferente, solo hiciera que encontraran cobijo en partidos como FP y SN y arreciaran su discurso, otorgándoles a su vez publicidad gratuita?
Definitivamente por ahora el objetivo de los partidos es obtener el mejor resultado este 26 de enero, pero a largo plazo los partidos liberales deberían descifrar el porqué de esta apoyo casi ciego y llegar a comprender las inquietudes de aquel que piensa diferente, en vez de recurrir a la mofa y averiguar más bien, por dónde tender los puentes. Toda acción tienen una reacción.