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No fue solo por el ministro de educación
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Es muy simplista culpar solo al Congreso por la negación de la confianza al gabinete, cuando el mismo Cateriano contribuyó a construir condiciones para un desenlace como este. Es evidente que el Legislativo se ha convertido en una fosa de intereses minúsculos y mercantilistas, siendo los vinculados a la educación superior los más evidentes de todos. El descaro de los operadores políticos de ese lucrativo negocio llegó a extremos inauditos al pedir la cabeza del ministro Benavides a cambio de votos, lo que es una suerte de extorsión, pero ese no ha sido el único asunto. Finalmente, si solo se trataba de eso, el Congreso podía luego censurar a Benavides sin necesidad de cargar con el peso de la negación.
No encuentro sentido para el discurso tan confrontacional de Cateriano, que alejó, por razones ideológicas, a bancadas necesarias para lograr los votos. Por coherencia política, estos grupos difícilmente iban a validar ese discurso en clave de capataz. A Cateriano se le olvidó que la política es el arte de lo posible, lo que implica saber leer la cancha donde uno está jugando el partido. Ese no era el lugar ni el momento para pechar a quienes no piensan como él, sino de trabajar desde las coincidencias, sobre todo si tiene que sumar para ganarle a una banda de mafiosos. El gobierno tiene que darse cuenta de que el problema no ha sido solo el Ministerio de Educación.
Pero la política es tan sorpresiva que Vizcarra quizá sea el que mejor parado ha salido. En el pantanoso juego de poderes es difícil saber para quién trabaja cada uno: el Congreso queda como obstruccionista y Vizcarra como alguien que busca soluciones. Además, se coloca como defensor de la reforma educativa y, al aceptar la derrota y pasar la página, se pinta de institucionalista. A la larga puede que le hayan hecho un favor. Ahora, que utilice ese oxígeno ganado para salir del hoyo en el que nos encontramos.
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