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Niños y pantallas
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¿Qué es más peligroso, un Ipad para un niño de dos años o el pequeño para la tablet? No sé cuántos padres han tenido que hacer el duelo por la muerte de, por lo menos, una pantalla, pero no deben ser legión. Porque existen mecanismos, adornos y muchas otras cosas que correrían serios peligros en las manos de un niño que ya domina su cuerpo, pero aún no completamente las palabras. ¿Por qué no pasa lo mismo con teléfonos inteligentes y otros aparatos por el estilo?
Porque, simplemente, interiorizan desde muy temprano que se trata de objetos especiales, muy especiales, que obedecen a la presión de deditos curiosos y que producen sonidos interesantes e imágenes apasionantes. Que cuentan cuentos. Pero lo más importante es que otorgan un sentimiento de poder y control con un aspecto del mundo.
Que las pantallas pueden hacer daño antes de los 3 años es algo que todos sabemos, pero las investigaciones versan más sobre la televisión que sobre los nuevos medios, que no son simplemente cajas bobas portátiles. La interactividad hace toda la diferencia, permitiendo aventuras intelectuales que no podemos desdeñar, más aún si los entornos escolares y laborales contienen de todas maneras esos dispositivos.
Al final del día son los padres quienes debemos ejercer nuestro criterio. Si hay límites al uso, si hay actividad fuera de casa, si los móviles se insertan dentro de una dinámica de juego y aprendizaje, si los adultos conversan y dedican tiempo a la tertulia en su versión no digital con y en presencia de sus hijos, probablemente no se va a producir ningún resultado dañino.
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