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Mypes, los héroes del capitalismo popular
A pesar de las trabas y triquiñuelas del (des)gobierno, los resultados del informe del INEI sobre la pobreza en el Perú salieron a la luz y revelaron un enorme incremento en el nivel general de pobreza y pobreza extrema, así como un significativo retroceso -de casi 15 años- en la lucha contra este flagelo.
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A pesar de las trabas y triquiñuelas del (des)gobierno, los resultados del informe del INEI sobre la pobreza en el Perú salieron a la luz y revelaron un enorme incremento en el nivel general de pobreza y pobreza extrema, así como un significativo retroceso -de casi 15 años- en la lucha contra este flagelo.
Lo que es peor: recuperar el nivel de pobreza que teníamos en 2019 podría tardar hasta 20 años. Eso, asumiendo una tasa de crecimiento de 3% anual, y 10 años creciendo al 6% anual (nivel de crecimiento que no vemos hace muchísimo tiempo).
El desafío para el futuro próximo de nuestro país es claro: propiciar una revolución de crecimiento económico, basado en la inversión privada, que permita recuperar todo el tiempo tirado a la basura por la decadente clase política que ha ostentado el poder (ejecutivo y parlamentario), únicamente, para su beneficio propio y en detrimento del bienestar y futuro de las grandes mayorías nacionales.
La variable que más explica la reducción de la pobreza, el incremento del empleo y renta familiar, es el crecimiento económico basado en la inversión. Para que el crecimiento sea sostenible en el tiempo, desconcentrado en el territorio y transversal en los segmentos socioeconómicos, se debe promover toda clase de inversión: la grande, la mediana y la pequeña, es decir, el puerto de Chancay, el terminal de Yurimaguas, la agroexportación de los grandes fundos de la costa, así como la producción exportadora de palta de San Miguel en La Mar, de cacao de Atalaya, los grandes proyectos mineros cupríferos, así como la mediana, pequeña y minería artesanal, etc.
La inversión genera el crecimiento y el crecimiento requiere nuevo, más y mejor empleo. En el Perú, el gran empleador es la empresa de menor tamaño (menos de 20 trabajadores). El 96.4% de todas las empresas en el Perú son micro o pequeñas empresas (mypes); de ellas, más del 86% opera en la informalidad.
Promover un entorno amigable, donde los micro y pequeños empresarios (aquellos que generan el gran empleo y la mayor inversión) se puedan desarrollar, es el principal reto de la política económica de los próximos años.
Un microempresario que comienza a salir adelante se enfrenta, primero, al pago de cupos de la extorsión, de ahí al hostigamiento sistemático de los inspectores y fiscalizadores municipales, de alguna dirección regional o institución del gobierno central, los cuales martirizan y empiedran su camino.
Si, a pesar de todo eso, el héroe del capitalismo popular (el micro y pequeño empresario) sale adelante, tendrá que vérselas con la Sunat y un sistema tributario engorroso con normas, procedimientos y sanciones -muchas veces- totalitarias e infranqueables.
Hacerles la vida más fácil a quienes apuestan por el Perú y dan empleo, sobre todo a los más pequeños -que son los que más empleo dan-, debe ser el norte de la política de un nuevo gobierno.
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