Lo constante en los primeros seis meses de gobierno de Pedro Castillo han sido tres sensaciones claras: Inestabilidad, precariedad e incertidumbre. Diez ministros cambiados en este último consejo de ministros, incluyendo al presidente del consejo de ministro, Héctor Valer, en cuya trayectoria política se evidencian saltos partidarios contradictorios y hasta opuestos. Los grandes perdedores políticos, los allegados a Verónika Mendoza. Exministros como Mirtha Vásquez, Avelino Guillén, el mismo Pedro Francke y Anahí Durand, se pusieron de costado, o peor aún, claudicaron en más de una oportunidad en la defensa de sus banderas progresistas: igualdad de género, reforma universitaria, reforma de transporte además de su pregonada lucha contra la corrupción. No sabemos si los cinco votos de Juntos por el Perú en el Congreso seguirán con Castillo, pero, con Valer, se aseguran siete votos de Perú Democrático, disidentes de Perú Libre, con un Guillermo Bermejo manejándolos, que podrían servirle ante la eventualidad de la discusión de una nueva vacancia. Al final, los amigos de la Vero fueron trasquilados por el propio Castillo, reemplazándolos por sus “amigos inamovibles”, por la cuota conservadora y populista en la que se juntan extremos marxistas (cerronistas o bermejianos), y por religiosos fanáticos como la ahora titular de la Mujer, para tratar de lograr pasar la valla de la confianza congresal. Valer ya adelantó que el Ejecutivo no observará la ley que debilita a Sunedu y abre el camino para el retroceso de una mejor estandarización de la calidad universitaria; es muy probable que sigan intentando debilitar a la ATU para que vuelva a depender del MTC, donde sigue entornillado Silva, amigo de ampliar y mantener un transporte público deficiente, informal y caótico. ¿Qué hará Castillo con su círculo de asesores a los que acusan de conducirlo al error, a la mala información, y a una tácita complicidad con actos de corrupción? Los ministros salientes, y el propio exsecretario de Palacio de Gobierno, aunque tardíamente, han coincidido en alertar actos reñidos con la ley, presunto tráfico de influencias y presiones para colocar en puestos de trabajo priorizando el “amiguismo funcional” plagado de intereses oscuros que se contraponen a la idoneidad profesional que debiera tener en cuenta en la designación de su propio círculo, el más cercano, y de otros funcionarios públicos sin atentar contra la meritocracia. Lo que queda claro es que Pedro Castillo sigue jalado y en este primer semestre de “escuela gubernamental” no ha hecho méritos para pasar ni el primer ciclo.

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