notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

"El dado está echado" o "la suerte está echada". Esta frase, atribuida a Julio César al cruzar el río Rubicón en Italia, la aplicamos a los resultados de esta ajustadísima votación presidencial. Matemáticamente parece imposible que Keiko le voltee el resultado a Pedro Pablo Kuczynski. Sin embargo, lo que ocurra en los 40 días antes de la transmisión de mando será determinante para la suerte del país.

La ciudadanía deja clara su decisión: hay una mitad del Perú que respaldó a una candidata, Keiko, y en la otra mitad, un 20% apoyó a PPK. El resto, además de los que cambiaron su decisión en la última semana por temores que afloraron tras los casos Ramírez y Chlimper, son representantes de ideologías antagónicas al plan de gobierno de PPK. Estos han afirmado claramente que su voto no fue por Kuczynski, sino en contra de Fujimori. Ahora empieza la otra historia.

Los años en política, su experiencia en gestión y la templanza de PPK se pondrán a prueba en las próximas semanas. PPK deberá escoger, como en el tejido de filigrana, sus batallas, incluso las que librará en su entorno por las cuotas de poder. Es imperativo bajar tensiones, disculparse ante las acusaciones generalizadas para lograr gobernabilidad y para hacer realidad esas reformas que el Perú está esperando hace muchos años. PPK debe tomar distancia de los enfrentamientos y acusaciones de alto calibre y debe encontrar, sobre todo, a los voceros adecuados, el tino y el liderazgo suficiente para reconstruir los puentes volados durante "la guerra".

Si Pedro Pablo y sus operadores no ponen paños fríos, no desechan a los que se creen únicos y exclusivos en la representación de la "conciencia moral" y no llegan a pactos limpios para darle viabilidad y desarrollo al Perú, la frustración será, incluso, mayor que con Humala y en el próximo lustro estaremos frente a alternativas radicales sumamente peligrosas. Ese será el momento en que verdaderamente la mala suerte para los peruanos esté echada.