[Opinión] Richard Arce: Defensor de causas imposibles

“Lo que viene haciendo Alejandro Salas desde que fue nombrado ministro no es velar por el patrimonio nacional. Todo lo contrario, se ha convertido en el bufón de Palacio”.
(Foto: Mincul)

“Es una ciudadana que trata de canalizar necesidades de la población. No hay que confundir empatía con corrupción”. Estas son las palabras del oficioso vocero del gobierno, Alejandro Salas, ministro de Cultura y defensor de causas imposibles. Si hay algo que indigna a la sociedad de parte de la clase política, es tratar de pensar que somos ingenuos o tontos y que podemos aceptar cualquier falacia como argumento para defender lo indefendible.

Lo que viene haciendo Salas desde que fue nombrado ministro no es velar por el patrimonio nacional, menos por atender las demandas de reconocimiento de las comunidades campesinas como pueblos originarios, y ni qué decir de garantizar que funcionarios de trayectoria intachable como Soledad Mujica de Ruraq Maki fortalezcan el trabajo cultural. Todo lo contrario, se ha convertido en el bufón de Palacio.

Salas es el encargado de edulcorar las comunicaciones del Gobierno y también de ser un empeñoso traductor de los mensajes y consignas del mismo. Por eso no extraña que ayer, al ser abordado por la prensa y ser preguntado por la cuñada del presidente, Yenifer Paredes, saliese con este mensaje a la conciencia, al estilo del recordado hermano Pablo.

Y es paradójico el argumento porque sino hagamos un ejercicio sencillo de aplicar esta frase trillada al accionar delincuencial de los más sinvergüenzas de la política, que hoy ya están con requerimiento de la justicia. Evidentemente, sería un buen pretexto creer que la corrupción se hace por empatía, en vista que detrás de las gestiones nada santas habría supuestos objetivos sociales y hasta altruistas. Absurdo, ¿no?

Lamentablemente, una vez más un gobierno de turno involucra a su entorno familiar en el poder, pero ahora con el agravante visible de presuntos actos de corrupción, que son pasibles de imputación de delitos.

Pregúntenle sino al ocasional vocero. ¿Qué hacía la cuñada del presidente con el proveedor que ganó la licitación? ¿Para qué iba antes el proveedor a Palacio? Las respuestas serían evidencias que comprometerían a la familia del presidente.

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