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El miedo a ser adulto
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¿La adultez es algo que uno es o hace? Si juzgamos por la cantidad de libros de autoayuda —algunos instruyen sobre cómo convertirse en adulto—, debemos concluir que es un desempeño, algo que podemos desarmar e identificar componentes, pasos, para llegar a “hacer” bien las cosas.
Lo que define ser adulto, como estar empleado, poseer una habitación, casarse, tener hijos, no necesariamente es deseable para muchos adolescentes y adultos jóvenes. Ven lo anterior como una imposición que viene de afuera.
Es que cada vez definimos más la existencia humana no en función de etapas, sino de estilos de vida, patrones de conducta que se arman y escogen a la carta para satisfacción personal. Obviamente, es algo que se aplica a las clases medias y los privilegiados, pero es una tendencia que aparece en casi todos los niveles en medio urbano.
Lo anterior complica no solamente a los adultos, sino también a los niños. Los primeros deberíamos ejercer un control colectivo sobre los menores, quienes progresivamente pueden regularse ellos mismos, sobre la base de valores comunes. Pensemos un instante: cada vez son menos los espacios en los que las generaciones coexisten e interactúan. Cada vez la comunicación real, la que vale, la que emociona, la que motiva, se da entre personas que son pares.
No es casual, entonces, que muchos jóvenes no tengan ganas de ser adultos, ni ser jefes, ni padres. La libertad se identifica con hacer lo que uno quiere, cuando uno quiere y de la manera que lo quiere. Así, viejos y jóvenes nos diferenciamos solo por la edad —aunque los primeros se desviven por parecerse cada vez más a los segundos— y todos tienen que aprender a hacer sin saber ser.
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