(Difusión)
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Por Gonzalo Zegarra

Si el fujimorismo fuera una empresa –en grave crisis–, su actual manejo de la situación la estaría conduciendo a la quiebra.

Dirigir un medio de comunicación, como lo hice por 16 años, te hace estar permanentemente lidiando con crisis, porque lo que publicas siempre molesta a alguien, y cualquier “metida de pata” puede generar una reacción adversa en cadena en las redes sociales. Con esa experiencia sostengo que lo primero es diagnosticar el problema. Y el de Fuerza Popular –sin entrar a temas de responsabilidad penal– es uno de liderazgo (ver mi artículo en SEMANAeconómica del 28/10/18).

Si el líder falla, hay que hacer que dé un paso al costado al menos mientras dure la crisis. En la de Graña y Montero, por ejemplo, los directores y gerentes cuestionados fueron separados (aunque para mí los reemplazos no fueron suficientemente independientes). Se podría replicar que acá es distinto porque la empresa no gana con un líder martirizado, en cambio un partido podría capitalizarlo a futuro, victimizándose. Sí, pero la victimización tendría que ser creíble. Decir que hay persecución política contra Keiko Fujimori cuando su prisión la ordenó el mismo juez que lo hizo –con argumentos igualmente controvertidos– con sus principales enemigos políticos –los Humala-Heredia—no resiste el menor análisis. Menos lo del “golpe de Estado” (?!).

Miki Torres y Carlos Tubino perpetúan los errores de Keiko, no sugieren un real cambio. No admitir un error no solo es el principal obstáculo para enmendar los efectivamente cometidos (y empezar a solucionar la crisis), sino que también mella la credibilidad. ¿Se imaginan a Gloria o Domino’s afirmando que ellos actuaron bien, pero “sus enemigos odiadores” orquestaron los envases o etiquetas cuestionados, o la cucaracha en la pizza?