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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Bueno, no exactamente nadie. Algunas pocas voces se atrevieron a sugerir que, dados los resultados del Brexit y del plebiscito en Colombia, Donald Trump podría —incluso en contra de las estadísticas, la opinión de ultra respetables académicos y de las encuestas— convertirse en presidente de EE.UU. Algunos de ellos fueron ridiculizados y llamados tontos o ignorantes, incluyendo al director de documentales Michael Moore, quien en julio dijo, en una entrevista, que Trump habría de ganar.

El martes en la noche, el economista premio Nobel de Economía Paul Krugman escribió —entre anonadado y triste— ante la inminencia del triunfo impensado de Trump que, en realidad, no conocía a su país y que la idea que tenía de él estaba equivocada. Y a la vista de los resultados mencionados en el párrafo precedente, parece que, en realidad, nadie conoce nada.

Hasta el mismo martes algunos seguían repitiendo con tranquilidad —alucinada, ahora lo sabemos— que Hillary Clinton sería la que saldría victoriosa. Además del endoso abierto de todos los medios de comunicación importantes de EE.UU., tenía a su favor las encuestas. Cierto, la diferencia no era enorme pero parecía imposible de remontar.

¿Por qué se ha vuelto tan difícil de predecir el comportamiento de las personas? Lo más interesante es que fallaron en el pronóstico no solo las encuestas —que, principalmente, solo recogen la opinión que las personas quieren dar, no lo que realmente piensan— sino también los científicos sociales. Y una gran cantidad de ellos. Y no, no hablo de Mario Vargas Llosa. Nadie pudo calcular las dimensiones del descontento de los invisibles.

Hay algo que no estamos (me incluyo) viendo. Y es grave. ¿Cómo es que en esta época tanta gente capaz de empatía ha sido incapaz de percibir el descontento de tantos durante tanto tiempo?