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Redacción PERÚ21

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En su mensaje a la nación, el presidente Ollanta Humala se limitó a leer una lista de objetivos alcanzados y otra de buenos deseos. Nada sobre la desaceleración económica, la caída de la inversión privada y pública, el inminente –y tal vez feroz– fenómeno de El Niño, la remuneración mínima, las comunidades indígenas, el ordenamiento territorial, la instrumentalización de la descentralización, la creciente inseguridad, entre otras muchas y groseras omisiones.

Ollanta Humala está cansado y quebrado. Ya no importa mucho qué diga porque, de todos modos, no le van a creer. Por eso el desgano, el vacío. Pasar de frente y no saludar a la vicepresidenta, Marisol Espinoza. Por eso su segundo mensaje en la puerta de Palacio. Humala considera que es muy injusto que este impulso a la educación (lo mejor que se ha hecho en años y que dará frutos de largo plazo) no esté siendo reconocido como debería. Tal vez no es capaz de ver lo demás. En la puerta de Palacio agradeció a la ciudadanía allí reunida el haberlo elegido presidente con un "nunca lo olvidaré" que sonó genuino; como si se estuviera yendo, como si no se lo mereciera. Y no pues, no se lo merecía.