Los fiscales y la prensa
Los fiscales y la prensa

El 2019 se va, y me atrevo a decir que ha sido el año más convulso de lo que va del siglo para nuestro país. En 2000, es cierto, se derrumbó la dictadura que encabezaron Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, y en 2018 el país supo de la renuncia del expresidente Pedro Pablo Kuczynski y de la orden de prisión preventiva contra Keiko Fujimori, la lideresa del partido político que concentraba el poder en el Parlamento.

Pero este año asistimos, prácticamente en vivo y en directo, al suicidio del expresidente Alan García. A la disolución del Congreso. A la detención, en los Estados Unidos, del expresidente Alejandro Toledo; y a las detenciones en Lima de la exalcaldesa Susana Villarán, el ex primer ministro César Villanueva y un largo etcétera.

A pesar de los gravísimos problemas que enfrentamos por la falta de seguridad ciudadana, el incremento de los feminicidios y la conflictividad social que, por desgracia, tanto nos acompaña, lo judicial y lo político marcaron, con cera, este 2019.

El temperamento de tales sucesos imprimió en el ambiente tanto beligerancia como insensatez. La batalla, en serio, contra la corrupción en nuestro país está comenzando y costará, claro, bajar la temperatura en el debate y reponer algo de sosiego.

El rol que en estas circunstancias han jugado el Ministerio Público y la Fiscalía de la Nación ha sido unas veces contradictorio y hasta controversial, pero otras, realmente, extraordinario. Con el apoyo fundamental de la opinión pública y de la prensa, valientes fiscales, como los que investigan los casos Cuellos Blancos y Lava Jato, han logrado devolverle confianza y fe a la ciudadanía. Y, definitivamente, han ayudado a evitar que en el Perú prospere una erosión social como la que ocurrió este año en Colombia y Chile.

Pero nada de esto habría ocurrido si hace un año los ciudadanos de todo el país no se hubieran movilizado para evitar que el cuestionado fiscal de la Nación de entonces, Pedro Chávarry, destituyera al fiscal coordinador del equipo especial Lava Jato, Rafael Vela, y al fiscal José Domingo Pérez. El plan de Chávarry y sus secuaces era traerse abajo al equipo especial, recuperar con esa medida algo del poder perdido al interior de la Fiscalía, y así arremeter, impunemente, contra las fiscales que investigan a Los Cuellos Blancos, el caso en el que estarían implicados el propio Chávarry y sus secuaces.

La prensa la tiene clara, la batalla contra la corrupción la libran los fiscales de estos casos, dentro y fuera de la Fiscalía, del Poder Judicial y del Gobierno. Por eso era determinante el respaldo que los periodistas comprometidos con el futuro de nuestro país pudiéramos prestar al trabajo de estos investigadores. Enfrentar al poder, cuestionar privilegios, exponer abusos, cobra y cobra mucho; quienes lo hacen no deben estar solos. En el Perú, no siempre resultan vencedores. Y cuando ellos pierden, perdemos todos.

Para que eso no ocurra, decenas de periodistas hemos apoyado las investigaciones, comprendido el trabajo abrumador de los fiscales y resistido al embate de quienes se niegan a cambiar el statu quo que defiende una clase política podrida hasta la médula.

En un proceso intrincado como este, hubo algún exceso, alguna confusión, algún sesgo, algún afán de figuración. Seguramente. Los familiares y los allegados a los implicados tienen otra lectura. Pero la prensa no podía tomar otra posición sin convertirse en cómplice.

Por eso, celebro que este tumultuoso año termine con el anuncio del fiscal Rafael Vela, coordinador del valiente equipo especial Lava Jato, sobre las acusaciones que los fiscales a su cargo, finalmente, realizarán contra los investigados Keiko Fujimori, Ollanta Humala y Nadine Heredia, a partir del mes de febrero del muy próximo 2020.

Pronto el Poder Judicial podrá establecer responsabilidades y sanciones. El Perú entero espera que se comporte a la altura. Así se lo demandará la historia.