(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)

En 1919 agonizaba la llamada República aristocrática, ese dilatado tempus civilista que unía una restringida democracia electoral con crecimiento económico, pero que perecía por la megarrecesión de la posguerra, la modernidad, la emergencia de nuevos sectores sociales y la irrupción de una juventud aburrida de ser gobernada por los mismos señorones con levitas, bastones y sombreros de copa del Partido Civil. Los universitarios habían proclamado Maestro de la Juventud al resucitado Leguía y las masas habían protagonizado feroces luchas callejeras por las ocho horas y la carestía. Tramontó esa belle époque criolla y arribó el autoritario y eficaz Leguía por once años. En 1948 expiraba la primavera democrática de Bustamante y Rivero por luchas callejeras (las masas se combaten con masas, sentenció el padre de FBT…), polarización extrema, un Bustamante tan lábil que era apodado cruelmente el cojurídico, partidos desprestigiados y un Congreso obstruccionista. Así llegaría el autoritario Odría por ocho años. En 1968 el primer belaundismo apenas boqueaba, sofocado por un escándalo (la página once), que hoy nos parecería trivial, una devaluación tremenda, un reformismo abortado, otro Congreso obstruccionista, partidos desprestigiados y la astenia política de FBT. Dos dictadores (Velasco y Morales Bermúdez) le sucederían durante doce años. En 1990 esa democracia inaugurada en 1980 de AP, Apra, PPC e IU no daba más por terrorismo, hiperinflación, partidos desprestigiados, agitación callejera e ineptitud. Nos aterrizó el autoritario y eficaz Fujimori por diez años.

Hoy asistimos otra vez a lo que parece el fin del periodo posfujimorista por corrupción, ineptitud, congresos terribles, plaga, presidentes débiles (PPK, Sagasti) y tóxicos (Vizcarra), partidos desprestigiados y agitación callejera. ¿Vendrá otro largo régimen autoritario otra vez?


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