Día del padre: cinco libros para regalar a papá
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En Perú es más fácil aprobar exoneraciones tributarias a los casinos que a los libros. Al menos eso sugiere lo espinoso que viene siendo el proceso para renovar la ley que fomenta y facilita el acceso a libros literarios y escolares en todo el país. Esa norma exonera del IGV la venta e importación de libros, y asegura otros beneficios tributarios a las editoriales. Si estas exoneraciones no se prorrogan, un libro costaría inmediatamente 18% más por el IGV, lo que haría más inaccesible la lectura. Lo más grave, muchos textos escolares serían impagables.

Lo increíble en todo esto es que el MEF señala no tener información confiable sobre cuál ha sido el real impacto de esa exoneración vigente desde 2003. Aun así, desde una mirada excesivamente economicista, como si la lectura no estuviese rodeada de intangibles positivos que escapan a los números, el propio MEF viene empujando su eliminación. Si no hay certeza, ¿por qué recortar beneficios?

Esta pugna no es nueva. En 2015, la Ley del Libro pasó por este mismo ajetreo. Como si no fuese suficiente con la piratería que socava, los libreros también tienen que enfrentar al Estado. Lo bueno es que lo vienen haciendo con éxito: desde 2003, la publicación de nuevos títulos en el país se ha triplicado y la FIL es por lejos el evento público con mayor asistencia en todo el país.

En vez de eliminarse, los beneficios tributarios deberían ampliarse para que lleguen a las pequeñas editoriales que representan cerca del 90% de la industria editorial y que, por los montos con los que operan, actualmente no se benefician con el reintegro tributario.

Por cierto, que la política cultural se defina desde el todopoderoso MEF es otra de las consecuencias de haber tenido 11 ministros de Cultura en los últimos nueve años.

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