Tragedia en Ayacucho cobró la vida de 10 personas. (Canal 25 de Ayacucho)
Tragedia en Ayacucho cobró la vida de 10 personas. (Canal 25 de Ayacucho)

Lo ocurrido en Ayacucho, que ha cobrado al menos 9 vidas por intoxicación, evidencia el aislamiento y las duras condiciones que enfrentan demasiados peruanos.

Somos un país en el que cuando 50 personas se envenenan, más rápido llegan los reporteros que los médicos o la Policía. La posta más cercana estaba a cuatro horas, pero no contaba con condiciones para atender la emergencia, por lo que los sobrevivientes tuvieron que ser trasladados por horas hasta Arequipa y al llegar se encontraron con que no había camas suficientes. Ahí está, pues, el desmantelamiento estatal, la privatización irreflexiva, la política del perro del hortelano.

Por eso me sorprende que el congresista Olaechea, en respuesta a mi columna de hace un par de días, señale que es mejor que el Estado permita que "las personas se desarrollen en libertad" para justificar la reducción del gasto en programas sociales.

Habría que ser un ortodoxo de otros tiempos para no celebrar la libertad individual y creer que el Estado debe controlar los medios de producción; pero sin servicios básicos, con anemia, sin entender lo que leen, sin oportunidades, sin instituciones públicas en las que confiar, ¿de qué libertad estamos hablando? No me digan que solo se necesita esfuerzo para salir de la precariedad. La gente no es pobre por su culpa, no vive en lugares desconectados por su culpa, ni a horas de un centro de salud porque así lo quiere. Es fácil creer que existe igualdad de oportunidades cuando se está del lado que siempre gana.

Además, es una falsa dicotomía enfrentar el crecimiento económico a los derechos sociales. Como si promover la inversión se opusiese a dar calidad a la educación, facilitar el acceso a la salud o fortalecer las instituciones públicas. Lo ocurrido en Ayacucho demuestra adónde lleva ese camino.