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La elección de Julissa Mantilla Falcón como miembro de la CIDH, uno de los órganos más relevantes del sistema interamericano de protección de derechos humanos, es un acierto. La mejor muestra de ello es el berrinche de los sectores conservadores, quienes desde hace años se encuentran en una campaña de demolición sistemática de cualquier organismo internacional que les dificulte aplastar los derechos de los demás (aunque no dudan en acudir a ellos cuando les conviene).

Mantilla Falcón es especialista en la promoción y protección de derechos humanos. Es abogada PUCP con maestría en el London School of Economics and Political Science. Ha sido docente sobre el tema en el Perú y el extranjero. También ha sido perita ante la Corte IDH, además de consultora internacional en género y justicia transicional. Su trabajo, tanto en el Perú como afuera, es altamente valorado. Así que galardones para este nuevo cargo no le faltan, y eso es lo que parece molestar a algunos. ¿A quién les gustaría poner ahí? ¿A Rafael Rey?

Es como que si desde la izquierda, el progresismo o el verdadero liberalismo exigieran que la Confiep tenga como presidente a un ansioso regulador. Nadie espera que un estatista lidere ese gremio, ¿no? O que alguien que no crea en las multilaterales sea nuestro representante ante el Banco Mundial. Si lo llevamos al extremo, imagínense exigir que el ministro de Defensa sea un abolicionista de la fuerza militar. Así de absurdas se ven las críticas por la designación de Mantilla Falcón.

Esta es una muestra de que a la derecha local le valen nada las instituciones. No le importa si la persona designada en un cargo estratégico es una especialista, lo que les interesa es que sea parte de su collera para así extender sus tentáculos que, por suerte, cada vez están más cortos.

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