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La quimera del voto en blanco o viciado
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Conforme las elecciones se acercan, algunos electores desencantados con las opciones disponibles piensan viciar o dejar en blanco su voto. Tal ha sido la reflexión del profesor Alfredo Bullard en estas páginas, para quien el verdadero voto responsable y consciente sería el que se invalida. Bajo las reglas electorales actuales, ¿tiene sentido una campaña por el voto en blanco o viciado?
1. Un sueño inalcanzable: tal fue la conclusión a la que llegó Fernando Tuesta al analizar este tema históricamente. Si bien nuestra Constitución contempla que el 66.6% de votos inválidos (anulados, viciados y en blanco) produce la nulidad del proceso (art. 184), nunca se ha llegado a dicha cifra en las elecciones generales del pasado. Ni siquiera se ha estado cerca.
2. Protesta débil: parte del atractivo del voto viciado y en blanco estaría en enviar un mensaje de disconformidad a los políticos. Más que un “no voto”, sería un “voto no” (Ponce de León, 2019). Sin embargo, la realidad es que el mensaje no es unívoco y se diluye. Martín Hidalgo muestra, en el oportuno e interesante Congresopedia (Planeta, 2021), los magros resultados de los actuales parlamentarios (varios en el ranking histórico de menos votados). Pero esta situación ni por asomo ha hecho que dejen de proclamar que “representan al pueblo” o los ha vuelto más reflexivos, responsables y moderados. El mensaje no llega.
3. Tiro por la culata: los votos inválidos se descuentan y los cálculos son solo sobre los válidos. Esto quiere decir que, indirectamente, el elector puede terminar beneficiando a los partidos que más quisiera castigar, mejorando sus chances de pasar la valla electoral y permitiéndoles acceder a financiamiento público y a más escaños.
Con este panorama, el provecho del voto en blanco o viciado quedaría en un fuero muy personal. El recordado Luis Jaime Cisneros, cuyo centenario está próximo a celebrarse, más bien sostenía que las elecciones eran una oportunidad para involucrarse en el destino del país: “No hay que desistir, por tanto, de la esperanza. Hay que ayudarla a su mejor realización”.
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