La paz de los gatos. (Getty)
La paz de los gatos. (Getty)

En estos momentos en que un virus pone de cabeza al planeta, la histeria se apodera de los compradores y están acabando con el papel higiénico como si la epidemia fuera de cólera, las bolsas de valores tiemblan, el dólar se dispara, y los congresistas electos no terminan de hacer sus declaraciones de bienes e intereses, me pongo a pensar qué haría si tuviera que quedarme en casa durante 15 días.

Pero lo que más disfrutaría sería la compañía de mis gatitos: Ramsés y Pelé, quienes con su silenciosa compañía estarían a mi lado por donde quiera que vaya, sí, a todos lados.

Me esperan a que termine de ducharme mirando atentos cómo me cae el agua, parecen salvavidas vigilantes. Luego se sientan mientras me visto y juegan con mis zapatos. Cuando preparo el café, exigen su lechecita, que regularmente les sirvo cada mañana, comento con ellos las noticias y ellos, con su mirada inquisitiva, asienten.

Mis gatos se sientan a mis pies cuando leo, les pongo música suave, les encanta Mozart, los conciertos de piano, pero odian el reggaetón.

Cada cuatro o cinco horas, con una especie de ronroneo, me piden que les cambie el agua, que con este calor la quieren fresquita.

Si tuviera que hacer cuarentena, sería tan feliz con mis gatitos, los tendría en mi regazo ronroneando y me darían esa paz gatuna que adoro.

Pero no todo es felicidad. Mañana haremos nuestro ritual diario y tendremos que salir a la calle.

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