Hoy, luego de cuatro intensos años, dejo la dirección periodística de Perú21. Quisiera aprovechar estas líneas para dejar una reflexión sobre la coyuntura y los principales riesgos.
Creo que la situación del país no es crítica, pero, sin duda, podría ser mucho mejor. Más allá del nivel de discusiones y agravios en el nivel político, lo que queda es una clase política dividida, incapaz de acordar cosas puntuales pero importantes para el país. No creo, como sostienen muchos, que los principales líderes se mueven por odios o rencores; pueden tener diferentes formas de entender cómo debe producirse el desarrollo, pero de eso se trata la democracia. O debería, por lo menos, tratarse.
Si la confrontación entre el oficialismo y la oposición crece, solo se beneficiarán los extremistas (en todas las aristas políticas). Para un grupo de operadores y buscadores de renta, la confrontación es el paraíso. La política peruana no debería caer en ese juego. El Perú no se lo merece, y ciertamente no se lo merecen las futuras generaciones. Si algo debemos hacer, es buscar cada uno (desde su espacio de desarrollo) cómo aportar al país, y ello pasa por buscar puntos de encuentro, no de enfrentamiento.
Agradezco –con mucho cariño y aprecio– al Grupo El Comercio, a sus propietarios y equipo gerencial por el trato recibido, por el respeto a mis criterios de dirección periodística y por la absoluta independencia que he tenido durante mi gestión. Dicha confianza acarrea responsabilidades, y solo espero haber estado a la altura de las mismas.
Debo un agradecimiento especial a todos y a cada uno de los periodistas de Perú21. Sin dudas, puedo decir –con gran satisfacción– que los logros alcanzados son compartidos. Me siento orgulloso por haber sido parte de este equipo de profesionales. Agradecer y resaltar, finalmente, a los lectores, nuestra fuente de inspiración, su permanente lealtad, que es lo que permite que Perú21 llegue adonde está, y adónde estará. Fueron cuatro inolvidables años. Gracias a todos ustedes.