La alicaída imagen del sistema interamericano, presidido por la OEA, el día de hoy se pone en cuestión por la limitada capacidad que tiene ante problemas delicados que atañen a la región.
Cómo puede ser posible que no se pudo lograr un consenso dentro del Consejo Permanente de la OEA para pronunciarse con contundencia ante el fraude que se ha dado en Venezuela; esto es una muestra de la debilidad institucional y podría decirse que está en camino a ser ya una caduca organización internacional.
Es una realidad que varios países se abstuvieron de votar y otros simplemente brillaron por su ausencia, por eso solo se logró 17 votos, faltando uno para tener la aprobación del pronunciamiento que era clave para exigirle al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro que entregue las actas de votación, para validar el escrutinio y declarar con transparencia al ganador de las elecciones. A pesar de este sabotaje, es evidente que hace años la OEA está en una terrible crisis de representación, por eso es fácil arremeter contra ella cuando se tiene a un dictador o aspirante a dictador para cuestionar su valía, rol y función.
Era importante un pronunciamiento frontal que cuestione el fraude en Venezuela e interpele al sátrapa de Nicolás Maduro, pero todo salió al revés, porque quien sale fortalecido con esta decisión cómplice es evidentemente el régimen que se mantiene en el poder hace 25 años.
Las delegaciones diplomáticas, al parecer, no entendieron que el problema de Venezuela no es ideológico entre izquierdas y derechas, eso puede ser solo el pretexto. El tema de fondo es que hay un serio problema de afectación a los derechos humanos de los venezolanos que viven una crisis humanitaria ya varios años, ante la complacencia de países que avalan al régimen dictatorial de Maduro; aquí la discusión es entre democracia y dictadura, entre fraude y transparencia electoral y hasta entre represión y libertad. Por eso avizoramos una segunda oleada de migrantes venezolanos obligados a salir del país ante las consecuencias de esta elección fraudulenta orquestada por el régimen de Maduro.
Se requería capacidad de persuasión y convencimiento para consensuar una posición de condena al fraude, pero buscaron el protagonismo barato, como el de nuestro canciller que se olvidó hasta las formas de expresarse en estos fueros que justamente la diplomacia exige. El resultado es este fracaso de la OEA que estaba llamada a velar por los intereses de la democracia y la legalidad de una elección transparente.
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