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La nueva inquisición
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Esta semana se celebró en el Perú el Día de la Mujer y, como nunca, he vuelto a ver actitudes y escuchar frases infelices de mujeres contra mujeres.
La agrupación político-religiosa Renovación Popular, que se postula con el objetivo de gobernarnos, ha logrado reclutar para su lista congresal a un grupo de señoras capaces realmente de herir, menospreciar, lastimar y avergonzar a un sinnúmero de mujeres peruanas.
Sus candidatas al Congreso, en su mayoría poseedoras de una condición interpretativa, nada menos que de la palabra de Dios, tienen discursos –paradójicamente– a favor de la iniquidad, la desigualdad y la violencia que tantas peruanas padecen y han padecido arbitrariamente.
Neldy Mendoza, quien acompaña a López Aliaga en la primera vicepresidencia, se ha grabado en video emitiendo generalidades que atropellan la inteligencia. “Las mujeres que toman anticonceptivos son literalmente violadas por los esposos... El 89% de violencia familiar se da en mujeres que consumen anticonceptivos”, ha dicho, sin respetar ninguna data estadística ni mostrar prueba que fundamente lo que asevera.
Mendoza, que es enfermera, pero se presenta como médica en una serie de eventos paralelos a la realidad, espeta, además, recetas que matan moralmente a las mujeres víctimas de violencia. “Muchos de los indicadores sociales que nos hablan de una violencia, hasta de la muerte de la mujer, tienen una historia detrás, donde probablemente nosotras no hemos aprendido a relacionarnos con las demás personas y quizás hemos favorecido a que salga lo peor de esa persona y no lo mejor”, dice sin asco, justificando feminicidios.
Pero Neldy Mendoza no es la única fundamentalista mesiánica que el candidato López Aliaga pretende llevar al Congreso en las elecciones del próximo abril. A su derecha aparece la pastora Milagros Jáuregui de Aguayo, una evangélica con mensajes altivos, también inmortalizados en videotape. “El Señor nos creó para ser ayudas idóneas de nuestro esposo: Dios creó al hombre para ser el rey, profeta y sacerdote de tu casa, esa es la posición que Dios le dio al hombre y ¡ninguna mujer tiene el derecho de quitarle al hombre el lugar que Dios le dio!”, sostiene con energía la predicadora que ahora se vuelve política como candidata con el número 2 por Lima por Renovación Popular.
La pastora Aguayo predica, vacía, ante un auditorio lleno de fieles. La iglesia pentecostal que ella y su marido regentan se llama La Casa del Padre y vive de los diezmos, un porcentaje de su sueldo que cada incauto feligrés le aporta, y de los cursos y libros que los pastores Aguayo escriben y venden tanto en impreso como en digital. El curso dictado por la pastora Aguayo Cómo Hacer Feliz al Esposo, por ejemplo, cuesta diez dólares y si lo compras, estará contigo para siempre en podcast.
Ambas dejan como una zapatilla el fanatismo de Beatriz Mejía, representante de Con mis Hijos No te Metas, y también candidata por la misma agrupación, y quien es capaz de decir: “Hay una señora mexicana que ha grabado que su niño era normal y le pusieron una vacuna y empezó a comportarse como niño autista”.
Es realmente una falta de respeto usar la religión como catapulta política en un país en el que las mujeres se organizaron en ollas comunes, clubes de madres, comedores populares, para sobreponerse al hambre que el descalabro económico del primer gobierno de Alan García les propinó. En el Perú, donde las mujeres, millones de veces solas, crían a sus hijos mientras trabajan en uno o dos empleos. En un lugar donde el índice de violencia contra las mujeres avergüenza a los ciudadanos.
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