Desde que se inició la pandemia, sectores populistas han emprendido una campaña de desinformación y división de la sociedad para imponer sus proyectos. Y, lamentablemente, lo están logrando.

En los últimos meses, propuestas con sustento más dogmático que técnico resuenan en los salones de Palacio de Gobierno y en los pasillos del Congreso. Son propuestas que se aplicaron en el catastrófico primer gobierno aprista, y que dejaron al Perú con hiperinflación, empresas estatales ineficientes y escasez de productos. Sin embargo, quienes las proponen no solo las ofrecen como si fuesen novedosas, sino que también como si fuesen la panacea para todos los problemas de país cuando, en realidad, serán la ruina.

Esas propuestas son los controles de precios, aerolínea estatal, más impuestos y servicio militar obligatorio.

Sin embargo, mientras que las libertades de los ciudadanos se ven coartadas, estos aplauden, y se alegran de que el Estado financiará esas propuestas. Pero tal vez deberían de leer a F. Bastiat, quien dijo: “Todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado, pero olvidan que el Estado vive a expensas de todo el mundo”.

Por ello, mientras se siga aplaudiendo a populistas cuyas propuestas significan recortar las libertades, estaremos enrumbados hacia un Estado totalitario, donde la libertad será un privilegio y no un derecho. Ese es el destino al que ministros y congresistas populistas están encaminando al Perú, mientras dividen a la población entre ricos contra pobres, u obedientes contra irresponsables.

No permitamos que muera la libertad entre aplausos.