(Alessandro Currarino/GEC).
(Alessandro Currarino/GEC).

Al caer la noche, el gabinete Cateriano no tenía los votos asegurados para la confianza, así que mientras escribo esta columna no conozco el desenlace. Pero al margen de la votación, está claro que el discurso oficialista ha virado hacia la aceleración económica casi casi a como de lugar.

La presentación de Cateriano dejó un mal sabor, como si estuviésemos en un país y situación distintos. Si bien el discurso fue nutrido y trajo buenas nuevas en distintos frentes, el énfasis en la “reactivación económica” y la minería fue innecesariamente confrontacional, como si las preocupaciones económicas del país justificasen pasar por encima de las personas. No recuerdo ningún discurso reciente de un PCM con tantas reminiscencias a la tesis del perro del hortelano.

La minería es importante, pero no suficiente, en parte porque genera ganancias muy concentradas. El gobierno tiene que saber que impulsar proyectos al latigazo, recortando plazos de consulta, flexibilizando derechos ambientales y sin una política redistributiva, en una situación de desesperación como esta, inevitablemente agudizará más la conflictividad. Justo sobre este problema que ha marcado al país comentó Francis Fukuyama el último domingo en El Comercio. Léanlo.

Tengo la sensación de que estamos apurando todo, dándole con vehemencia excesiva a la “reactivación económica”, poniendo la carreta delante del caballo, como si durante semanas no hubiésemos registrado cerca de 200 muertes por día, la curva de contagios no dejase de subir y los casos activos no siguiesen en ascenso. No imagino un momento menos adecuado para un discurso innecesariamente confrontacional y con tintes represivos hacia otras perspectivas de desarrollo. Queda la sensación de que el gobierno estuviese siguiendo paso a paso la receta de Friedman para una doctrina del shock, lo que significa que el vizcarrismo está girando en la esquina equivocada.