(Midjourney/Perú21)
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Todos tenemos derecho a soñar, a lo bestia o con prudencia. Una funcionaria pública que trabaja en el óvalo Higuereta, infiernillo circular de malhumor existencial, brotada de sarpullido por el roce del sastre de poliéster de la oficina, desganada ante el reflejo que le entrega el espejo del baño común (nariz aguileña piadosamente asistida por bisutería de ocasión y reloj descartable), dice: tengo 62 años, se me está pasando la vida.

Le tocan la puerta del baño y le dicen, ya Dina, sal. Ella no va a llorar en un baño del Reniec. Piensa. Soy más que esto.

Vestida con el traje típico de su tierra, Chalhuanca, Apurímac, se entrega a la campaña presidencial con otro desesperado que también sabe lo que quiere. La forma de lograrlo es capitalizando el malestar y sed de justicia de millones de personas que están mucho peor que ellos, pero que no conocen la política como herramienta de ascenso social.

Entre el hastío ajeno y la casualidad de estar en el extremo oportuno del antivoto, ganan las elecciones por margen suficiente para cambiarles la vida. El discurso es el convenido. Se cambiará el país de una vez por todas a favor de los desfavorecidos. La praxis es distinta, rampante y recolectora: llevarse los cubiertos, colocar a la familia y a amigos. Mientras el flamante presidente se deslumbra con la caja chica del poder, la señora vicepresidenta, más romántica, decide torcerle la mano a ese infame bañito común del Reniec.

Cuando su líder cae al dar un golpe de Estado sin más fuerza que la del balbuceo, la exfuncionaria del Reniec no pestañea en jurar rápidamente como primera presidenta mujer de la República. Para la ocasión elige un conjunto amarillo que algunos encuentran parecido a un modelo que lucía la actriz que interpretaba a Lady Di en The Crown. Otros ven una referencia a la papa a la huancaína o al disfraz de pollo que las pollerías les ponen a sus mascotas.

Al poco tiempo al mando del primer poder del Estado, le toca contener el caldo de cultivo que antes había inflamado en campaña. Su oficio en los registros públicos poco sirve al tener que comandar las fuerzas armadas. Más de 60 compatriotas mueren. Sobrevive porque los ganapanes del Congreso la necesitan.

Vuelve a lo suyo. Gracias a un gobernador regional que presupuestalmente depende de ella, se hace de por lo menos dos Rolex de oro, así como pulseras de lujo, no simulaciones pasadas. Al ser descubierta, el escándalo es grande, quizás más que el de los muertos.

Continúa con sus prioridades de gobierno: ahora, la nariz. Su apéndice nasal original pasa a mejor vida en junio de 2023. Tras 12 días de descanso posoperatorio, reaparece en julio con un nuevo perfil. Según defensores palaciegos, el retoque está comprendido dentro de los derechos a la intimidad personal protegidos constitucionalmente. Nunca se pudo comprobar que hubiera delegado sus funciones a una autoridad competente. Fueron 12 días sin presidenta mientras la trajinada nariz presidencial se desinflamaba en privado. Dado su estilo de gobierno, resultó irrelevante. Nadie se dio cuenta de que no trabajaba.

La insustancialidad se confirma en China. Perú está próximo a inaugurar con ellos un megapuerto que cambiará su vida comercial, lo que hace relevante el viaje a pesar del dígito de aprobación con el que se sube al avión. Ya en China, incurre en melodrama escénico derramando lágrimas al hablar de los pobres de su país, aquellos que saben que con la nariz que naces te mueres.

Sucede un evento espiritual: responde a una pregunta blanda de una periodista y vuelve emocionalmente al Reniec, explicándose solo por qué una presidenta llegó a París vistiendo un buzo de Los Simpsons. Emocionada, cuenta al pueblo chino que el kam lu wantán es su plato preferido. Lo esotérico es cómo asocia la mención al plato agridulce con lo que considera lógica conclusión del comentario alimenticio: ojalá que con el tiempo podamos ser una nación como China, tan desarrollada y unida.

Al regresar de viaje, tras casi 100 días de no responder a la prensa, se presenta en conferencia acompañada de cinco (5) ministros de Estado para descifrar lo del kam lu wantán, la nariz, los relojes, sus escándalos, a lo que se le suma la agenda de exportación de carne de burro a China. La ministra de la Mujer, piadosa, aporta que la respuesta del kam lu wantán demuestra que la señora presidenta es humana.

A veces queremos hacer de las palabras conjuros. Tal vez esto explica el episodio chifero, la carne de burro y sus posibles vínculos e interpretaciones: puede ser una indirecta al batallón de aventureros obsesionados en llegar donde está ella ahora, un callejón sin salida del que el penoso Alejandro Toledo es el conserje con síndrome de abstinencia. Les dice: burros, no saben en qué se meten.

O tal vez se trate de una vendetta personal contra la persona que la embarcó en esta aventura que la hará conocer cómo se ve el cielo desde un patio en Chorrillos, penal de Santa Mónica. El Perú tiene los récords más extraños del mundo: Pedro Castillo es el único presidente del mundo que en ejercicio inspiró un cuento infantil titulado “El burrito que no quería ser presidente”. Hubo algunos a los que les pareció una falta de respeto. Tanto para el burro como para el presidente.

El tiempo de utilidad política de este ser humano que es presidenta y come chifa expira en dos años. Entonces el kam lu wantán será ella. Le pondrán una manzana en la boca y su cabeza será el platillo de fondo electorero para prometer, una vez más, justicia y castigo. Lo de siempre.

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Mario Ghibellini en La Del Estribo

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