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Juan Mendoza Pérez: La tragedia de la anemia
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La anemia infantil es una tragedia. Tiene severas consecuencias sobre el desarrollo de los niños pues afecta el crecimiento del cerebro en los críticos primeros años de vida. De acuerdo con las investigaciones existentes, la anemia reduce la capacidad cognitiva y motora de los infantes, puede originar problemas de conducta en la adolescencia, más allá de incrementar el riesgo de mortalidad o de padecer múltiples enfermedades.
En otras palabras, tener niños anémicos hoy significa tener malos estudiantes mañana, con bajo rendimiento escolar, y con problemas de adaptación al medio social. Peor aún, para algunos investigadores padecer anemia en la infancia puede tener un impacto irreparable.
Por ello, es lamentable, inaceptable, un escándalo, que en nuestro país la proporción de niños de 6 a 36 meses con anemia haya venido en ascenso desde el 2011. En efecto, luego de haber experimentado una apreciable caída entre el 2007 y el 2011, pasando de 56.8% a 41.6%, la incidencia de la anemia fue de 46.8% en el 2014. La deplorable tendencia de los últimos años se registra tanto en el medio urbano como en el rural: hay más niños con anemia hoy que en el 2011 en el campo y en la ciudad. Sin embargo, el porcentaje de anemia infantil rural, casi 58%, es en especial alarmante.
¿Cuál es la explicación de este terrible resultado de incremento de la anemia? Aunque ni el Midis ni el Minsa asumen directa responsabilidad, cual juego del gran Bonetón, está claro que la desarticulación del Programa de Nutrición Infantil (PIN) entre el 2011 y el 2012 ha sido causante directo de la mayor anemia infantil. El PIN, que estaba enfocado en mejorar la nutrición de los niños de hasta 3 años, fue eliminado cuando se desactivó el Pronaa. De forma inexplicable, se dejaron de repartir las "chispitas nutricionales", producto de comprobada efectividad en el combate de la anemia infantil.
En otras palabras, apreciado lector, el incremento de la anemia no ha sido consecuencia de los menores ingresos de las familias, ni de la desaceleración de la economía, ni de la falta de recursos públicos orientados a los programas sociales. No, nada de eso. El aumento de la anemia es directamente atribuible a la ineficiencia e ineficacia de nuestro Estado.
¿Quiénes pagan los platos rotos del desbarajuste público? Las decenas de miles de nuevos niños anémicos de hoy a quienes estamos condenando a una vida de menores ingresos mañana.
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