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Juan Mendoza Pérez: Lecciones del pasado: 300 años del ingreso per cápita
“Hay que abandonar la cómoda posición de culpar a las potencias extranjeras de ser las causantes de nuestro atraso relativo”.
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Economista
Bruno Seminario ha escrito una monumental obra titulada El desarrollo de la economía peruana en la Era Moderna. El texto, resultado de décadas de exhaustiva investigación, contiene estimaciones de la población y el ingreso per cápita del Perú desde 1700. Líneas abajo, mis apreciaciones sobre esta excelente contribución al estudio de nuestra historia económica.
Los datos de Seminario indican que el subdesarrollo del Perú es responsabilidad de los peruanos y no de los extranjeros. En efecto, el ingreso per cápita al inicio de la República era superior al de España y equivalente a 60% del de Inglaterra, entonces el país más desarrollado del mundo. Por el contrario, hoy nuestro ingreso per cápita, a precios internacionales, es menos de 20% del de Estados Unidos. Nuestro desempeño económico fue tan paupérrimo durante el siglo XIX que el ingreso per cápita del Perú en 1920 era similar al de 1780 durante la revolución de Túpac Amaru. Por lo tanto, hay que abandonar de una buena vez la cómoda posición de culpar a las potencias extranjeras de ser las causantes de nuestro atraso relativo.
Y no es que la economía peruana no tenga el potencial de crecer. Paradójicamente, la economía peruana ha crecido a tasas comparables a las de Inglaterra durante la mayor parte de los últimos tres siglos. El problema es que el Perú, a diferencia de Inglaterra, ha tenido múltiples catástrofes macroeconómicas, es decir periodos en que lejos de crecer la economía se desploma, perdiéndose el avance obtenido durante décadas. Ejemplos de catástrofes son la independencia, la Guerra del Pacífico, el Niño de 1982-83 y la hiperinflación entre 1988 y 1990. Así, más que concentrarnos en crecer más rápido, hay que aprender a evitar los colapsos.
Los datos también nos dicen que las políticas de libre mercado han funcionado como camino a la prosperidad mientras que las políticas estatistas e intervencionistas han sido un sonoro fracaso. Entre 1948 y 1967, en que primaba la libertad económica, el ingreso per cápita se expandió en 3.5% como promedio anual. En cambio, entre 1968 y 1990, en que el país se dejó llevar por los cantos de sirena de la planificación central, el ingreso per cápita se redujo 1.1% por año. Entre 1990 y 2012, nuevamente con políticas de libre mercado, el ingreso per cápita volvió a crecer a una tasa promedio de 3.5%.
Así como se extirpa la mala hierba y se corta por lo sano con quien no nos hace bien, nuestra historia debe servirnos para no repetir los errores macroeconómicos del ayer.
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