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Juan Mendoza Pérez: Los cantos de sirena de la deuda pública
“Lo que pasa es que los políticos buscan el rédito de corto plazo sin importarles hipotecar el país”.
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Economista
Se ha planteado acelerar el crecimiento económico con un shock de inversiones públicas financiadas con deuda externa o con ahorros fiscales. Sería un gravísimo error que nos arrastraría, eventualmente, a una nueva crisis macroeconómica y destruiría los avances económicos y sociales conseguidos desde 1990.
No es la primera vez que se nos promete desarrollo económico a través de masivas inversiones públicas financiadas con deuda. Los argumentos a favor de mayor deuda no han cambiado en 150 años: se requieren megaproyectos de infraestructura pública para aumentar la productividad, la deuda se pagará sola, los Estados no quiebran, el progreso está a la vuelta de la esquina.
Pero las consecuencias de endeudarse con alegría han constituido verdaderos desastres nacionales. La deuda pública explotó en la década de 1870 para financiar ferrocarriles e irrigaciones. Se descuidó la razón de ser del Estado, la defensa nacional, a pesar de las alarmantes compras de armamento de Chile. El resultado: la pérdida de Tarapacá y la humillante derrota en la Guerra del Pacífico. El ingreso per cápita se contrajo en 78% entre 1879 y 1883, según Bruno Seminario.
La oronda adquisición de deuda entre 1968 y 1982 para financiar elefantes blancos y corruptelas, como la del Mantaro y el Pachitea, fue la génesis de la hiperinflación y de la catástrofe macroeconómica y social a finales de la década de 1980. La severa crisis fiscal hizo harto difícil enfrentar el accionar criminal de Sendero y el MRTA. El Perú no volvió a tener el ingreso per cápita de 1968 hasta el 2002. Toda una generación perdida. ¿Tanto nos cuesta aprender? ¿Tan rápido olvidamos las lecciones de nuestra historia?
Lo que pasa es que los políticos buscan el rédito de corto plazo sin importarles hipotecar el país. La absurda refinería de Talara, la onerosa línea 2 del Metro, o los estrambóticos proyectos de trenes bala son ejemplos de hasta dónde puede llegar la ineficiencia de la inversión pública. ¿No sería más barato y socialmente rentable terminar la doble vía en la Panamericana?
Dos propuestas para limitar el dispendio público: que los miembros del Ejecutivo estén prohibidos de inaugurar obra alguna así como de utilizar los recursos del Estado para el autobombo. Segundo, que cualquier empresa extranjera que haya sido hallada culpable de corrupción esté prohibida de contratar con el Estado durante varias décadas, como lo ha planteado Juan de Dios Olaechea.
Hay que resistir los cantos de sirena que llaman a endeudarnos. Resguardemos el bienestar de las generaciones futuras.
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