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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Vivimos tiempos complicados. Un caso de gigantesca corrupción público-privada se suma a un ambiente social harto de la impunidad; después de meses (incluso años) desde que se destaparan estos casos en la prensa, recién la Fiscalía saca las garras, pero vemos a los peces gordos aún disfrutando de su libertad. Peor aún, el caso contaminó espacios de confianza (medios e instituciones, entre otros), mientras las redes (donde la verdad y la mentira conviven sin signos distintivos) incrementan gratuitamente la crispación y desconfianza sobre todos.

En esta vorágine habrá que tallar muy fino. Para los corruptos, que los hay con mayor y menor reputación, el "todos somos corruptos" es una carta muy útil. Por un lado, mueve los reflectores; por otro, minimiza los hechos. Pero para la sociedad, el costo es tremendo. Quien no tiene nada más que perder puede no ganar mucho embarrando al del costado, pero para el embarrado, el linchamiento público –inevitable, por cierto– será una factura irrecuperable. A eso apuntó, imagino, la Sra. Eliane Karp cuando amenazó al presidente Kuczynski. El ahora famoso "sé lo que hiciste la última vez" pretendía neutralizar al Ejecutivo, tal vez incluso incentivarlo a cooperar con ellos. Ante esto, el gobierno solo podía actuar con mayor urgencia y energía, cosa que hasta donde sabemos ha hecho. Pero el aire de sospecha quedó en el aire, y cualquier gesto o decisión del mandatario es ahora tamizado en dicha lógica. "Algo le sabe".

Igual sucede con las acciones de políticas públicas. El decreto de urgencia presentado por el Ejecutivo ayer, en sencillo, limita las transferencias de activos y capitales al extranjero de las empresas corruptas. Para algunos juristas es hasta "draconiano". Y, sin embargo, en redes más de uno ponía en duda la transparencia del mismo. "Algo no cuadra, hay gato encerrado".

Más que nunca debemos guiarnos con mucho cuidado, a sabiendas de que los actos y dichos serán tamizados por unos y otros de acuerdo a las pasiones más que a la razón. Y eso, en estas circunstancias, es como jugar con fósforos en una gasolinera.