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[Opinión] José Luis Gil: Sin lágrimas ni triunfalismo
“Rectifiquemos el pasado organizándonos, replanteando nuestros procesos, desde los más simples hasta los complejos, y pongamos en marcha una verdadera cruzada nacional para asegurar a las futuras generaciones, y que ese sea nuestro verdadero legado”.
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Las elecciones del presente año han sido muy accidentadas debido a las evidencias de la relación de Pedro Castillo con organismos de fachada de Sendero Luminoso y de los Quispe Palomino del Vraem con el partido Perú Libre (hoy comprometido con Los Dinámicos del Centro), quienes tienen entre sus filas (y ya en el nuevo Congreso) a excarcelados y personajes ligados al terrorismo.
Pero, ¿cómo hemos podido llegar a esta circunstancia, que, después de 30 años de lucha contra el terrorismo, el pueblo embelesado por una narrativa de odio contra la derecha y la inversión privada desarrolle una especie de versión moderna del “síndrome de Estocolmo” (reacción psicológica en que las víctimas de distintos abusos o vejaciones desarrollan una relación de complicidad y un fuerte vínculo con sus victimarios), atrayendo peligrosamente hasta nuestros linderos democráticos a los que dañaron al país?, pues la respuesta no está en lo que hicimos mal, sino en no fijarnos en las lecciones que nos dejó la derrota parcial del terrorismo en 1992.
Durante 2020 y en lo que va del presente año, el COVID-19 irrumpió en el país, arrancándonos indiscriminadamente de nuestras manos la vida de familiares, compañeros de trabajo y amigos, y que puso en evidencia la precariedad del sistema político, de salud y de infraestructura para responder el desafío que significaba la pandemia. Sumado a lo anterior, afloraron espíritus miserables que, con su egoísmo, incompetencia y hasta complicidad criminal nos dejaran estadísticas mortales que superan los 200 mil fallecidos. La justicia tardará, pero llegará para ellos.
El mandato que hoy nos dejan ambas experiencias es que debemos tener un relevo generacional con la información de los hechos, sin ocultar la verdad para no repetir los errores del pasado. En segundo lugar, el establecimiento de una real política de Estado contra el terrorismo y la manera de enfrentar una pandemia de manera eficiente sin el nivel de mortalidad de hoy, que cuente entre sus líneas estratégicas, la reformulación del sistema educativo para prevenir ambos fenómenos, la inversión social y de infraestructura para resistir el embate de amenazas similares, con una ciudadanía debidamente organizada y en alianza estratégica con la empresa privada, las FF.AA. y Policía Nacional del Perú.
No esperemos que pasen otros 25 o 30 años para hablar de lo que no hicimos mientras lloramos sobre los cadáveres de aquellos que no pudimos salvar. Rectifiquemos el pasado organizándonos, replanteando nuestros procesos, desde los más simples hasta los complejos, y pongamos en marcha una verdadera cruzada nacional para asegurar a las futuras generaciones, y que ese sea nuestro verdadero legado.
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