Jalar hacia el centro. (Foto: Peru21)
Jalar hacia el centro. (Foto: Peru21)

Estamos a dos años de elegir nuevo presidente y nuevo Congreso en medio de un país que se derrumba de a pocos, y de una polarización creciente que busca poner a los extremos en casi las únicas opciones para elegir. Querer estar ahora, aunque sea un poco más, en el centro es casi una mala palabra.

Los tiempos de un gobierno muy malo, una presidenta sin liderazgo, partidos políticos en una crisis que se agudiza, corrupción creciente y una economía que intenta sobrevivir al vendaval político han construido un escenario ideal para los extremos.

Los extremos se nutren de la confrontación ideológica y del hartazgo que ellos mismos han promovido y del que también son parte. Prometen soluciones mágicas. Apelan al blanco o negro, al bueno y al malo. En una situación como la nuestra, esto siempre es potable para un elector cansado de tanto desastre. Por eso, para conservadores y ultras de izquierda y derecha, no es difícil imponer sus agendas discriminadoras.

Querer gobernar un país imponiendo ideologías pero sin soluciones concretas para los problemas de la gente es un riesgo muy grande. Sobran ejemplos de cómo terminaron países que se dejaron arrastrar por ideologías extremas.

Las batallas ideológicas le hacen mal a la gente. La endulzan, la convencen, y siempre terminan en una manipulación malsana y hasta en dictaduras. Son caminos que tienen como objetivo solo beneficiar a las cúpulas.

El 2026 está a solo dos años y el reto es jalar lo más posible hacia el centro. Encontrar espacios y personas para abrir otros escenarios de cara a las próximas elecciones, que permitan reconducir el país con libertades, con una economía abierta con regulaciones mínimas que impidan abusos, y con inclusión, oportunidades y también obligaciones para todos.

El tiempo juega en contra para no estar nuevamente en un escenario electoral como el de 2021.