/getHTML/media/1245281
APEC 2024: ¿Perú expandirá sus relaciones comerciales?|La Voz del 21
/getHTML/media/1245269
¿APEC 2024 traerá competencia de inversiones de Estados Unidos y China?
/getHTML/media/1245265
Gobernador de Huánuco: "Necesitamos la declaratoria de emergencia"
/getHTML/media/1245237
Gerente de Marketing de Gloria habla del primer parque temático de lácteos del Perú: Mundo Gloria
/getHTML/media/1245109
Víctor Gobitz de la SNMPE: "Petroperú necesita perfiles frescos"
/getHTML/media/1245108
Testigo clave delata a Martín Vizcarra |La Voz del 21
/getHTML/media/1245106
Romy Chang: "Martín Vizcarra está en un gran problema"
/getHTML/media/1245095
Guillermo Shinno: "Le toca al Ejecutivo corregir el Reinfo"
/getHTML/media/1245059
Ministra Desilú León: "La realización de APEC impacta en el crecimiento de nuestras exportaciones"
/getHTML/media/1245057
¿Hay más hinchas de su club que de la Selección Peruana? en Ciudadanos & Consumidores
/getHTML/media/1245063
José García Belaunde: “La derecha peruana debería tomar con más cautela el triunfo de Donald Trump”
/getHTML/media/1244702
Encuentro de reforma política y electoral para un Parlamento Bicameral
/getHTML/media/1244708
José Luis Noriega: "Todo el directorio de la FPF debe renovarse"
/getHTML/media/1244691
Anthony Laub sobre nuevo directorio de Petroperú: "Mejor hubieran liquidado la empresa"
/getHTML/media/1244471
Investigación científica, un tema clave para el desarrollo
/getHTML/media/1244482
Embajador Eduardo Ponce analiza elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos
/getHTML/media/1244370
Ariel Segal: "Fue un error ocultar que Biden no iba a ser candidato"
/getHTML/media/1244368
Diana Gonzales: "El Reinfo es un fracaso"
/getHTML/media/1244226
Alfredo Ferrero, Embajador del Perú en EEUU: "Tenemos que trabajar con quien gane"
/getHTML/media/1244227
Carlos Pareja: "Kamala Harris no ofrece un cambio"
/getHTML/media/1244228
Joaquín Rey: "No sorprende actitud de Trump sobre fraude"
/getHTML/media/1244229
Sorteo 'Escapada de Primavera': Conocemos al ganador
/getHTML/media/1244202
Embajador Hugo de Zela sobre Elecciones en USA: "Gane quien gane se tiene que respetar los resultados"
/getHTML/media/1244002
Ántero Flores-Aráoz sobre ilegalidad del partido A.N.T.A.U.R.O.: “Me parece una decisión adecuada"
/getHTML/media/1244032
Omar Awapara: "El Reinfo permite operar en nombre de la minería formal"
/getHTML/media/1244018
Eduardo Quispe acerca de LOS WAYKIS: “Es un formato innovador que no existe en el Perú”
/getHTML/media/1244014
Actriz Lilian Nieto sobre serie 'Los Waykis': "Interpretar a este personaje fue muy difícil"
/getHTML/media/1244030
Lamento boliviano por grave crisis económica
/getHTML/media/1243568
Aníbal Quiroga: "La presidenta del TC no le puede prestar atención a un condenado"
/getHTML/media/1243565
Martin Salas: "Es fácil hablar cuando no aumentas el presupuesto de la Fiscalía"
/getHTML/media/1243564
Agustín Pérez Aldave: "Felipe Pinglo fue el cronista de Lima"
/getHTML/media/1243473
¿Los peruanos celebran Halloween o Día de la Canción Criolla? en Ciudadanos & Consumidores
/getHTML/media/1243373
Carlos Anderson: "¿Por qué se empecinan en comprar 24 aviones nuevos?"
/getHTML/media/1243175
José Baella tras disolución del Movadef: "La Fenatep debería ser investigada"
/getHTML/media/1243177
Iván Arenas sobre el paro en APEC: "Es un paro político e ideológico"
/getHTML/media/1243150
Renato Alí Núñez: "El caso Movadef podría ser una guía para otros movimientos"
/getHTML/media/1243185
¿Quiénes serán los Senadores de 2026?
PUBLICIDAD

Murió con una sonrisa

Imagen
Fecha Actualización
Cuando Barclays era un niño, y vivía en una mansión de jardines infinitos en las afueras de la ciudad, su mejor amigo no era ciertamente su padre, a quien veía con pavor, y de quien se escondía con sigilo para evitar que le diera una paliza más, sino un hombre humilde, de escasos recursos, que trabajaba como jardinero en aquella casona.
Se llamaba Mario. Era de corta estatura, complexión esmirriada, bigotes de mariachi y ánimo risueño. Parecía vietnamita, filipino, malayo. Era clandestinamente alcohólico: cuando los señores habían salido, abría el bar y bebía licores finos de las botellas, procurando que las dosis fuesen mesuradas para que el patrón no notase aquellas rapiñas etílicas. También era un seductor incorregible de las empleadas que trabajaban en esa casa. El alcohol lo entonaba, atizaba su galantería y entonces Mario las hacía reír, piropeándolas, pellizcándolas, diciéndoles picardías. Aunque estaba casado y decía amar a su esposa, era un picaflor que merodeaba, incansable y juguetón, a todas las mujeres, incluyendo a aquellas ya mayores, que se ruborizaban con los avances de Mario de la Cruz, jardinero, borrachín, mujeriego y mejor amigo del niño Jimmy Barclays, hijo de los patrones.
Tan pronto como Jimmy regresaba del colegio, se despojaba del odioso uniforme, vestía ropa deportiva y buscaba al jardinero. Enseguida le pedía jugar al fútbol. Mario siempre estaba dispuesto a jugar al fútbol con el niño Jimmy. El juego parecía injusto o desigual, porque Jimmy pateaba los penales y los tiros libres y Mario se resignaba a atajar aquellos disparos. Peor aún para Mario, a menudo tenía que ir a buscar la pelota entre la exuberante vegetación detrás del arco. Además, el niño Jimmy insistía en narrar a los gritos, como locutor deportivo, cada disparo, cada intento por convertir un gol.
La amistad entre el jardinero Mario y el niño Jimmy se afianzó cuando este se enamoró de una niña y aquel le dio consejos paternales sobre cómo seducirla. La niña se llamaba Tati Valle-Riestra. Era rubia, pecosa, gimnasta, y su insolente belleza despedía una luminosidad tan poderosa que Jimmy tenía que cubrirse un ojo para verla, sin enceguecer de amor. Era hija de unos amigos de los Barclays. Venciendo su timidez, el niño Jimmy jugaba con Tati en los columpios, el subibaja y la casita del árbol. Sin saber cómo declararle su amor, Jimmy consultó con Mario. Escribieron juntos un poema. Escribieron juntos una canción. Ensayaron lo que Jimmy debía decirle a Tati. Pero, llegada la hora crucial, Jimmy se achantaba, no se atrevía. Por eso Mario decidió que Jimmy tomase un buen trago de ginebra con coca-cola antes de decirle a Tati cuánto la amaba. Entonado, achispado, Jimmy le confesó a Tati:
-Me muero por ti. ¿Quieres estar conmigo?
Tati se ruborizó, condescendió a estar con Jimmy, pero no quiso besarlo en los labios. Entonces Jimmy recitó de memoria el poema que había escrito para ella. Acto seguido, ella lo besó en los labios.
La señora Dorita, madre de Jimmy, acusaba a Mario de robarle cucharitas y tacitas de plata. Con frecuencia decía:
-Mario es un ladrón. Todos los cholos son ladrones. Y Mario tiene de ladrón lo que tiene de cholo.
El señor James era severo con su jardinero. Le exigía los trabajos más arduos: cazar ratas, recoger los excrementos de los perros, lavar los autos, lustrar su vasta colección de zapatos, subir a las copas de los árboles a hurtar huevos de aguiluchos. A veces Mario se caía de un árbol y quedaba lesionado, o sufría cortes, heridas, laceraciones. Harto de ver cómo abusaban del buen Mario, el niño Jimmy le decía que cuando fuese grande iba a ser muy rico y le iba a regalar mucho dinero. Conmovido, Mario le decía:
-Tú eres un piquito de oro. Nadie habla tan bonito como tú. Si te lo propones, puedes llegar a ser presidente.
Años después, cuando Jimmy ya era famoso porque salía en televisión hablando de política, los señores Barclays despidieron a Mario. Habían salido a cenar, tuvieron un percance, regresaron antes de tiempo y encontraron a Mario follando con una de las empleadas, en la despensa de la cocina. Mario alegó que estaban enamorados. La empleada, sollozando, no lo desmintió. La señora Dorita los riñó en nombre de la moral. El señor James, que copulaba con su secretaria en el baño de su oficina, despidió al jardinero sin miramientos, como si hubiese cometido algo nefando, imperdonable.
En aquel momento, Jimmy Barclays tenía ya veintitantos años, ganaba un buen sueldo en la televisión, se había hecho famoso y se permitía la extravagancia de vivir en un hotel. Mario fue a visitarlo al hotel. Jimmy le regaló todo el dinero que pudo. Le prometió que le conseguiría un trabajo. Hizo varias llamadas. Convenció a su tío Bobby, empresario acaudalado, para que contratase a Mario como jardinero. Bobby fue generoso y no vaciló en abrir las puertas de su casa a Mario, pagándole mejor que los Barclays. Además, Bobby poseía, en los sótanos de su casona, una colección de piezas de oro, de modo que Mario, acostumbrado a llevarse recuerdos o souvenirs, podía haber llegado al paraíso. Pero nunca se atrevió, o no pudo, robar las piezas de arte de Bobby. Solo entraba al bar y bebía licores finos, principalmente coñac. Como Bobby era homosexual y no lo ocultaba, era Mario el encargado de pagar en efectivo a los amantes ocasionales del patrón. Mario, que algo sabía de lujuria incontinente, pagaba sin chistar y se ahorraba juicios de índole moral contra su jefe.
Ocurrió entonces lo que, por lo visto, era inevitable: Mario enfermó del hígado, le dio cirrosis. Tuvo que dejar de trabajar. Fue hospitalizado. Jimmy fue a visitarlo, pagó sus cuentas médicas, le prometió que lo mejor estaba por venir. Pero era una mentira piadosa: a Mario le quedaba poca vida y su mirada impregnada de miedo ponía en evidencia que él lo sabía.
Cuando salió del hospital, Jimmy lo esperaba en un auto de lujo. Le pidió a su amigo Mario que manejase. Deslumbrado, Mario condujo. A sugerencia de Jimmy, se dirigieron al hotel donde él vivía. Allí cenaron y, contrariando las órdenes de los médicos, se emborracharon. Luego Jimmy llamó por teléfono a dos amigas argentinas, extraordinariamente guapas, que ejercían la prostitución de lujo, y las contrató esa misma noche. A Mario le brillaron los ojos de júbilo cuando vio a las argentinas y eligió a la que más le gustaba. Jimmy los dejó en una suite y fue con su amiga a la otra suite, donde él dormía cuando pasaba por esa ciudad. Fue una noche feliz, desmesuradamente feliz. Terminaron los cuatro bebiendo champagne, en la suite presidencial de Jimmy. En un momento inolvidable para él, Jimmy les declamó a las chicas el poema que años atrás había escrito con Mario para seducir a Tati Valle-Riestra.
Meses después, ya postrado en su cama, sin poder levantarse, Mario le pidió a Jimmy un último deseo:
-Quiero que me compres un televisor bien grande para ver tu programa todas las noches.
Jimmy le llevó una pantalla gigante y, mientras los operarios la instalaban en el dormitorio de su amigo enfermo, vio cómo Mario lo miraba con orgullo, con un afecto antiguo, inquebrantable.
Esa noche, al comenzar su programa, Jimmy Barclays dijo:
-Quiero dedicar el programa de hoy al mejor amigo que he tenido en mi vida, a Mario, Mario de la Cruz, mi hermano del alma, mi compañero de aventuras, el padre que hubiera querido tener.
Mario de la Cruz murió esa madrugada, horas después de ver el programa. Sus hijos le dijeron a Jimmy Barclays que Mario no dejó de sonreír, orgulloso de ser quien era, desde que vio en televisión lo que Jimmy dijo de él, hasta que expiró.
-Murió con una sonrisa -le dijeron.