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10 ideas para encarar la crisis
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Columnista invitado
Iván Lanegra, secretario general de Transparencia
De la casa del dolor, decía Vallejo, parten quejas tan sordas e inefables y tan colmadas de tanta plenitud que llorar por ellas sería poco, y sería ya mucho sonreír. En dicha casa se vive la lucha diaria por enfrentar la pandemia, cuando las soluciones habituales no funcionan mientras la incertidumbre invade cada decisión estatal o privada. Y los más vulnerables sufren más. Apenas podemos sopesar la magnitud de la crisis que vivimos y sus consecuencias. Al mismo tiempo, necesitamos esperanza, motivos para sonreír.
Partamos de los hechos. Las medidas que, hasta donde sabemos, han ayudado a controlar el impacto del COVID-19 son la distancia social –en particular en lugares cerrados–, así como los mecanismos de protección personales y la higiene. En tercer lugar, un sistema de salud que identifique y aísle a las personas contagiadas y que sea capaz tanto de dar un tratamiento temprano como de atender los casos más graves. Sin embargo, la informalidad es dominante en nuestras ciudades: viviendas hacinadas, transporte público inadecuado, mercados y áreas de venta comercial sin orden ni seguridad, y trabajo informal o precario, todos factores que hacen muy difícil mantener la distancia. Los servicios públicos no son realmente universales y muchos no pueden cubrir el costo de la protección individual. El sistema de salud peruano, por otra parte, tiene una capacidad limitada tanto para la atención temprana como para la atención de casos graves.
El gobierno intentó suplir la histórica incapacidad estatal –atravesada, además, por la corrupción– con acciones de emergencia, pero no ha sido suficiente. Tampoco hemos encontrado solución en los servicios privados. Ante ello, aunque el confinamiento estricto redujo la velocidad del contagio, y es muy probable que haya evitado una tragedia humana mayor, el avance de la pandemia no se detuvo conforme millones fueron regresando a sus labores y la cuarentena se fue abandonando, informal y luego formalmente. El país luce agotado y muchos jóvenes escriben en las redes sociales con tristeza, temor y desesperanza. De este punto, a la rabia, hay un paso.
¿Cómo debe enfrentar una democracia con debilidades, como la nuestra, esta situación? He aquí 10 ideas:
1. Construir un consenso nacional que, partiendo de un diagnóstico realista y enfocado en las personas, genere las condiciones políticas mínimas que faciliten el trabajo de los responsables de enfrentarla.
2. Aceptar que todas las autoridades –en todos los niveles de gobierno, y en los distintos poderes del Estado– tienen una responsabilidad compartida, y que solo la acción conjunta puede paliar en algo la debilidad estatal.
3. Estado, sociedad y mercado deben actuar coordinados, aceptando que la situación demanda flexibilidad y no posiciones rígidas, así como una distribución justa de las cargas.
4. Apostar por la cooperación internacional y regional y no por el aislamiento, ni por una soberanía decimonónica.
5. Recoger los aprendizajes y el conocimiento técnico de otros países, dentro de los límites que plantean nuestras propias condiciones. El trabajo para acceder a las futuras vacunas es esencial.
6. Renovar la promesa del destino compartido dentro de nuestra diversidad. La solidaridad sobre el “sálvese quien pueda”. Mirar el país, y no solo Lima. Pensar en la sostenibilidad y no solo en el corto plazo.
7. Ser honestos con nuestros logros y derrotas, recordando los esfuerzos colectivos del pasado que nos permitieron enfrentar otras crisis.
8. Combatir la idea de que existen soluciones fáciles o milagrosas. Poner a la ciencia por delante.
9. Cooperar en la realización de unas elecciones competitivas, justas y seguras, que garanticen una transición ordenada del poder en julio de 2021.
10. Caminar hacia un acuerdo que nos permita corregir la incapacidad estatal, la desigualdad e informalidad que nos han costado decenas de miles de vidas, priorizando el apoyo a quienes más están sufriendo por la pandemia.
El nuevo gabinete tiene frente a sí una tarea enorme. Como diría Tolstói, cada país enfrenta una tragedia a su manera. Y dentro de cada país, cada barrio, cada comunidad y cada familia. La ciudadanía espera un mensaje de esperanza para todos y una ruta para trabajar juntos por un país unido y feliz.
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