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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21Contra lo que se pensaba, la figura política estelar de estos años no ha sido Ollanta Humala sino, como todos sabemos, su esposa Nadine Heredia.

Poco a poco se fue conociendo que ella manejaba los hilos del poder y a la vez desarrollaba su propia estrategia mediática. Con su colaboración entusiasta fue quedando claro que quien mandaba en el Perú era en gran medida ella.

Esto fue inicialmente un capital político valioso ya que fue visto como un plus necesario para un gobernante poco dotado. Se puso en el centro del debate público y fue muy popular los dos primeros años.

Coqueteó con el tema de su candidatura presidencial, pese a que la ley lo prohíbe. Luego, como hemos visto, su rol excesivo y su notoria contribución a varios errores gubernamentales fueron deteriorando la imagen de su esposo y la de ella.

La última encuesta que aparece ayer en Perú21 da cuenta de una desaprobación de 66% y una aprobación de 27%, solo dos puntos porcentuales por encima de su esposo. Es decir, ya la gente mayoritariamente no la quiere y se ha esfumado toda pretensión de una aventura presidencial exitosa para el 2016.

A mi juicio, esto marca el inicio del declive de su influencia política. Recordemos que el apoyo que recibía y adulación que suscitaba estaban basados, en gran medida, en el hecho que podía ser la próxima presidenta y, por tanto, había que estar bien con ella.

Habiéndose esfumado esa posibilidad, las aguas irán regresando a su nivel. No es lo mismo ser la potencial ganadora del 2016 que la esposa de un presidente muy poco popular y de salida.

Es cierto que ella podría encabezar una lista al Congreso. Saldría elegida y arrastraría algunos congresistas en Lima, pero las elecciones en regiones se definen más localmente y esta vez habrá muchos menos entusiastas de ir en las listas de un ya raído nacionalismo. Muchos buscarán otros nidos, si es que no lo están haciendo ya.