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¿Te acuerdas de mí?

¿Te acuerdas de mí? Soy Andrea, la del Colegio Belén, fuiste a mi quinceañero. ¿Te acuerdas?

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Hoy me encontré contigo y me encontré también con mi yo del pasado, con el que conociste hace 35 años en el Chama, camino al colegio.
Tú subías, en la esquina de Gregorio Escobedo con jirón Almagro, frente a la residencial San Felipe, y te bajabas en el colegio Belén. Yo hacía lo mismo 20 minutos antes en la esquina del Círculo Militar con Salaverry y me bajaba en Pardo con Bellavista, en Miraflores, Colegio Maristas, presente.
Entre las avenidas La Marina, Salaverry y Pezet, yo tomaba todo el valor del mundo para poderte conversar. Tú siempre con tu trapper keeper forrado, con recortes de fotos de los New Kids on the Block sacadas de la revista Bravo, tus Reebok negras, caña alta, y la falda del uniforme dos dedos más arriba de la rodilla.
Yo con la cabeza llena de rock subterráneo, Narcosis para ser más exacto, era mi banda favorita. Mi pantalón con zurcido invisible en la rodilla y el fundillo brillosito porque justo ese año no me tocó renovar el uniforme, y mis zapatos siempre ortopédicos, fina cortesía de mi pie plano. ¿Por qué no te mueves nunca? Siempre viajas parado en el mismo lugar al costado de la puerta. Era lo que todo el tiempo me decías. Es que es más práctico para bajar, atinaba a responderte. Ay, ¡qué raro que eres! ¡Y en la esquina bajan! Chau, nos vemos mañana.
Con dolor en los huevos, erecto hasta las diez de la mañana y muerto de vergüenza, así me quedaba hasta la segunda hora de clases. Las ganas de decirte que me moría por ti me tomaban por completo, pero no me atrevía o, peor aún, no podía porque, si te decía para salir, ¿a dónde te iba a invitar?, ¿a pasear al Centro Camino Real?, ¿a tomar helados al Davory de Miguel Dasso?, ¿a caminar por el malecón y comprarte una rosita de plástico con su gotita de silicona simulando ser una gota de rocío? Me habría encantado, pero no podía porque no tenía propina.
Además, a mí me daba mucha vergüenza caminar porque me dolían los pies y los zapatos no ayudaban al look. Estaban de moda los top siders, los mocasines bobby, los bass y yo tenía que usar esas lanchas ortopédicas modelo Dick Tracy y, de remate, me paraba resbalando porque mi mamá los acababa de llevar a la renovadora de calzado para que les pongan unas chapitas de metal en la punta y el talón porque me tienen que durar, por lo menos, un par de años y no se me puede gastar la suela.
“Porque, por aquel entonces, con las justas podía respirar. Estar vivo era casi un éxito para mí. Odiaba el colegio, odiaba mis zapatos, odiaba mi vida, odiaba que me gustaras, odiaba no tener papá, odiaba, simplemente odiaba”.
Para ponerlos en contexto: estoy en el salón vip del aeropuerto y me acabo de encontrar con Andrea. Cosas del destino, yo estoy sin mi esposa (la última, la reciente, con la que todos esperan que no la vaya a cagar). Ha entrado a la salita donde están los sillones reclinables para dormir con un grupo de amigas, me ha visto, nos hemos visto, me ha reconocido, la he reconocido, se me ha acercado, yo estoy petrificado.
¡Carlos!, ¡tú eres el del micro!... con él me iba todos los días al colegio, en el Chama... (les dice a sus amigas).
¡¿Qué ha sido de tu vida?!, yo me voy a una despedida de soltera con mis amigas a Cancún. ¿Tú adónde te vas? ¡qué lindo verte!… ¡Estás igualito!, ¡no has cambiado nada!... de pronto, sus amigas mágicamente se borran de la escena, vamos a tomar un trago, dicen, y yo, hasta el momento, sigo sin decir nada. Tengo la sonrisa congelada como si fuera un muñeco de cera, quiero que la tierra me trague.
¿Te acuerdas de mí? Soy Andrea, la del Colegio Belén, fuiste a mi quinceañero. ¿Te acuerdas?
Y cómo no me voy a acordar si ese día esperé hasta la última canción, la lenta de la noche, “More than Words”, para acercarme y sacarte a bailar. Atravesé toda la pista de baile del Country Club, me había puesto el terno de mi primo y me atreví a caminar hacia ti y, cuando me acerqué y te pregunte “¿bailas?”, te reíste en mi cara y me dijiste “no, contigo no bailo porque suenas” y, efectivamente, yo sonaba, para ser más exactos eran las chapitas de mis zapatos, chack chack chack. Y el lunes siguiente decidí cambiar de ruta. Ahora caminaba desde mi casa por toda la José Leal hasta la avenida Arequipa con tal de no verte más. (Esa es la respuesta que pasa por mi cabeza, pero la que te digo es “no, no me acuerdo de ti”).
¡Pero cómo no te vas a acordar si inclusive yo te cambiaba de nombre! ¿Por qué nunca me dijiste que te llamabas Carlos?
-Porque, por aquel entonces, con las justas podía respirar. Estar vivo era casi un éxito para mí. Odiaba el colegio, odiaba mis zapatos, odiaba mi vida, odiaba que me gustaras, odiaba no tener papá, odiaba, simplemente odiaba. Mi mamá se quejaba todos los días de mi adolescencia, decía que de la noche a la mañana había perdido el habla y paraba con la cara agestada. En el colegio, estaba al borde de la expulsión, con matrícula condicional y, para colmo, no te sabías mi nombre.
En ese trayecto, rumbo al colegio, yo era Renato. Hola Renato, qué tal Renato, hasta mañana Renato… Total, qué importa si soy Carlos o Renato, igual da, nada iba a cambiar. (Nuevamente, esto es lo que quiero responder, pero recuerdo que he aprendido que el silencio en estos casos es siempre mejor y, nuevamente, lo único que digo es “qué gracioso, no me acuerdo nada de eso”).
“¡Siempre fuiste muy raro! Yo te sigo desde Caídos del catre en la radio, te sigo en Instagram, te sigo escuchando todas las mañanas por la radio, voy a todos tus shows, ¡me encantan! Y siempre me acuerdo de ti. Te veía por la tele, eres un cague de risa y ahora has vuelto a escribir en Perú21!”.
Por lo visto, Andrea sabe más de mí que yo mismo. En la pantalla, aparece la salida del vuelo a Madrid, vía Iberia, y yo me tengo que ir. “Ese es mi vuelo, nos vemos”. (Tomo la oportunidad de ser salvado por la pantalla, porque, en realidad, me voy a Nueva York y mi vuelo está demorado, pero no quiero seguir más ahí, en esa situación, en medio de mi pasado). Me tengo que ir.
“Oye, ¿en serio no te acuerdas de mí? Después de mi cumpleaños nunca más te volví a ver”.
-”En serio, no me acuerdo de ti. Me voy, ya están llamando mi vuelo”.

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