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Redacción PERÚ21

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Jaime Bayly,Un hombre en la lunahttps://goo.gl/jeHNR

Esa operación, sin embargo, era cara y no teníamos la plata ni a nadie que nos la donase. Además, me parecía que fundar un partido, habiendo ya tantos inscritos para competir, era un acto caudillista, irresponsable: los precedentes de Toledo con las firmas falsas y los hermanos Humala conspirando contra la democracia de Toledo y usando reservistas del ejército para conseguir firmas me parecían nefastos. Pensaba, y sigo pensando, que, en una democracia seria, si un ciudadano quiere ser candidato a presidente, se inscribe en un partido más o menos solvente, afín a sus ideas, y no funda uno a la medida de su vanidad.

En el Perú hay tres partidos políticos serios, de prestigio: Acción Popular, el Apra y el Popular Cristiano. Parecían demasiado serios para apoyar a un candidato irreverente, liberal y libertario como yo: agnóstico, bisexual, partidario de la legalización del consumo de drogas y del aborto, creyente en el Estado laico, convencido de que todos los militares deberían reconvertirse en policías (como en Costa Rica y Panamá) porque la guerra es una utopía absurda. Con esa agenda, y mi fama de lunático, parecía imposible que dos de esos tres partidos (el Apra no era el camino) me abrieran sus puertas y me dieran la candidatura con la que yo, perdón por la inmodestia, a veces soñaba.

Enrique Ghersi convenció a José Barba, jefe de un partido llamado Cambio Radical, de que nos apoyase. Barba fue generoso. Se entusiasmo con nuestra agenda libertaria, aunque mostró reservas cuando le dije que no llevaríamos candidatos al Congreso. De momento, teníamos partido. Le pedí a Enrique que firmase los papeles con Barba para asegurarnos el control absoluto de la operación, pero Barba se mostraba renuente y ganaba tiempo. Creo que él veía mi candidatura como una locura y además quería llevar listas al Congreso. Por eso su apoyo fue medido, desconfiado. Nuestra alianza se rompió cuando, sin consultarme, anunció que su partido apoyaba la candidatura de Alex Kouri a la alcaldía de Lima. Alex tomó distancia de mí y dijo que mi agenda no era su agenda. Me sentí traicionado por Barba y le dije a Enrique que hasta allí habíamos llegado con Cambio Radical. Yo no sería candidato de un partido que no me fuese mínimamente leal en el juego para llegar a la presidencia.

De nuevo estábamos sin partido. Le pedí a Enrique que consiguiera otro partido. Enrique trató con Ketín Vidal y Rafael Belaunde pero no los convenció. Luego trató de persuadirme para salir a pedir firmas y fundar nuestro partido moderno, libertario. Le dije que yo no tenía la plata y él tampoco y que pedírsela a mi madre no era una opción, punto. Enrique se quedó decepcionado y al parecer comentó en una reunión que yo era "un hombre con cerebro de mujer". Ghersi era un gran chismoso, era perfectamente creíble que hubiera dicho eso de mí. Además, lo decía un columnista de este periódico, que decía haber estado presente en esa reunión. Ese chisme minó mi confianza en Enrique. Él me dijo que no había hecho esa broma, yo no le creí. Mi alianza con Ghersi se interrumpió.

Sin dinero, sin amigos, sin financistas, pero todavía dispuesto a ser candidato, busqué un partido político. El que más me gustaba era el Popular Cristiano: yo era popular aunque no muy cristiano, pero me parecía que podíamos entendernos porque su jefa, erróneamente, se había postulado a la alcaldía de Lima. Le pedí una reunión al fundador del partido. Amablemente me la concedió. Hablamos dos horas muy animadas. Le dije que la derecha necesitaba un candidato moderno como yo. Le propuse inscribirme en su partido y que apoyasen mi candidatura. Prudentemente, me dijo que mejor recabase firmas y fundase mi propio partido. Me advirtió con humildad que él ya no tomaba las decisiones del PPC, las tomaba la jefa, la candidata a la alcaldía, y a él le parecía muy improbable que la jefa (que tenía un acuerdo de palabra para apoyar a Castañeda en las presidenciales) viese con buenos ojos mi candidatura. Entendí. No había lugar para mí. Quedé agradecido al líder del PPC. Fue honesto conmigo. No me tonteó. Me dijo: si quieres ser candidato, sal a pedir firmas, acá la que manda es Lourdes y ella tiene su propio juego.

La opción de salir a pedir firmas ya ni siquiera existía porque me había peleado con Ghersi.

Me reuní entonces con un pequeño partido político. Su jefe era un empresario ambicioso. Nos entendimos bien. Me presentó a los dirigentes del partido. Me hicieron preguntas. Traté de dar una imagen solvente. Pareció que la candidatura podía concretarse. Era un partido menor pero esa podía ser una ventaja, jugar desde afuera. El empresario pidió que, para sellar nuestra alianza, porque estaba siendo tentado por Castañeda (que entonces estaba fuerte en las encuestas), depositase un millón de dólares en la cuenta de su partido. Quizá yo había ofrecido esa donación, no lo recuerdo bien. Llegado el día, no me animé a transferir el dinero y mi candidatura abortó y al día siguiente él se fue con Castañeda. Así parecía ser la política: si no tienes partido y no tienes plata o la voluntad de gastar tu plata, te quedas sin juego.

Hice entonces una última aproximación, la más noble y alentadora de todas. Pedí una reunión con Acción Popular. Me fue concedida con gran amabilidad. Asistieron los dirigentes históricos del partido, grandes caballeros, todos muy respetables. Les dije que quería ser candidato de su partido. Vieron la idea con simpatía. Me dijeron que debíamos llevar listas al Congreso y que, si quería ser candidato, tenía que estar dispuesto a competir en unas primarias con Lescano. Eso me descolocó. Siendo un advenedizo, ¿podía ganarle a Lescano? Salí animado de la reunión, aunque con dos objetivos inmediatos: reunirme con Lescano y García Belaunde para saber si ellos querían ser candidatos presidenciales. García Belaunde, un señor, vino a tomar café conmigo y me dijo que no quería ser candidato presidencial. Pero no creyó que yo finalmente sería candidato. Se reía de mí. Me pareció encantador. Lescano fue evasivo. Le pregunté si iría a las primarias conmigo y me dijo que era una posibilidad que no podía descartar. Le dije: si tú quieres ser candidato de AP, yo me bajo, no voy a pelear contigo en unas primarias. Le pareció bien. Pensé: esas primarias con Lescano las pierdo seguro, él debe de tener el control del partido. Me quedé descorazonado. Ese partido, Acción Popular, cuyo fundador, Fernando Belaunde, fue un gran peruano y un gran demócrata, era mi lugar natural para hacer política. Pero, de nuevo la vanidad, no quise ir a unas primarias con Lescano que probablemente iba a perder, eso me frenó.

Días después el dueño del canal 2 me despidió de la televisión. Seguramente se había enterado de mis reuniones con el PPC y AP y no quería que fuese candidato. Mi novia estaba embarazada, mi ex esposa no me dejaba entrar a mi casa con mi novia, me había quedado sin trabajo, no tenía un partido político que me apoyase, salvo Acción Popular que me pedía ir a unas primarias. Tenía que poner en orden las tensiones familiares, proteger a mi novia, darle la mejor bienvenida a mi hija menor, y por eso decidí no inscribirme en Acción Popular y aceptar una oferta de la televisión de Estados Unidos. Firmé por un año, ya llevo tres, por suerte el programa ha sido un éxito. En las presidenciales terminé apoyando (primero en este periódico, luego en canal 4) a mi amiga Keiko Fujimori y no me arrepiento un segundo de haberla apoyado con convicción y haberme opuesto a un aliado del chavismo como Humala. El 2015 cumpliré cincuenta años, volveré al Perú y, si es posible, me reuniré con mis amigos de Acción Popular para darles las gracias que quedaron pendientes.