Estamos siendo testigos de uno de los fraudes más groseros que se han dado en tiempos contemporáneos en Latinoamérica, con la connivencia de amplios sectores de izquierda, que incluyen a los gobiernos de México, Colombia y Brasil, que estaban llamados a ser el péndulo en esta controversia y a ayudar a organizar la salida del dictador Nicolás Maduro; una responsabilidad histórica que seguro habría marcado un hito mundial, con un mensaje político de una izquierda responsable, democrática y autocrítica.
Pero no, prefirieron la tibieza, los circunloquios en sus mensajes confusos y esa complicidad porque dizque hay una afinidad ideológica, pero me pregunto qué afinidad podría tener un hombre o una mujer de izquierda con un trafero que no respeta los resultados electorales, un violador de derechos humanos, por la represión violenta a los manifestantes, la captura y detención de opositores y sobre todo los cientos de desaparecidos que tiene este régimen nefasto.
Las evidencias del fraude son innumerables, desde el control de las instituciones electorales y del sistema de justicia, que ciertamente son presididos por militantes del chavismo, que en su momento hasta fueron electos diputados y se convirtieron en fervientes defensores del régimen. ¿Qué transparencia e imparcialidad les puedes pedir?
Por eso, se da la manipulación de cifras de los resultados electorales, pero que se han evidenciado por su improbabilidad matemática, al tener porcentajes redondos o que, en su último comunicado del CNE, menciona que se ha escrutado al 96.87% de actas y también el mismo porcentaje de votos, lo cual es un imposible matemático. Ni para estafar con los resultados electorales sirve este régimen desastroso en el manejo económico y la dilapidación de los recursos públicos.
Por eso la indignación de ver a los conspicuos líderes de izquierda avalando este desastre y la pretensión de perennizarse en el poder a la mala. No puede ser tanta la miopía política -aunque algunos definen mejor como hipermetropía-. Aquí no escapan hasta nuestros supuestos dirigentes de la izquierda trasnochada, que hoy se han unido para defender al sátrapa de Maduro, no se sabe a título de qué, tal vez sea porque les paga como veedores.
Lo mismo sucede con la extrema derecha, que aúpa al otro dictador -Fujimori- y se rasga las vestiduras reclamando a Maduro y aquí en el Perú fueron cómplices de la represión a manifestantes y fueron especialistas en torcer la voluntad popular de una elección; el doble rasero más vigente que nunca.