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Los hijos de Putin
Uno, blanquito y francés, se llama François; el otro, negrito y gringo, se llama Barak. Ambos han sido recientemente adoptados por un político que, sin sobresalir por sus credenciales democráticas, es ducho y perspicaz en el arte de la diplomacia.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Los nuevos hijos de Putin demostraron serias carencias de tino, atolondramiento, tendencia al descontrol en la fuerza que manejan, soberbia, menosprecio por la vida ajena y, sobre todo, una sujeción a los poderes económicos de sus respectivas industrias bélicas que hace de ellos un par de marionetas de las corporaciones a las cuales la paz les resulta un mal negocio.
Quienes lucran con la guerra, guerra quieren. La quieren, si es posible, sin incómodos costos políticos. Putin les hizo ver a ambos políticos que esos costos serían difíciles de eludir en Siria y que incluso se podría dar un magnífico ejemplo a la humanidad destruyendo el arsenal químico de los sirios e instando a sus vecinos, Israel por ejemplo, a hacer lo propio. En eso están y es muy posible que, por el momento y hasta tanto las agencias de Inteligencia occidentales no creen otro incidente, las cosas seguirán así. Aprovechamos para decir que la composición de los rebeldes sirios es compleja y contradictoria. Hay desde exoficiales del Ejército hasta representantes de grupos islamistas radicales venidos de distintos países, incluida Rusia. Al Qaeda también está presente y Obama casi logra el milagro de asociarse al hasta ayer peor enemigo de la humanidad, según EE.UU., para derrocar un régimen que sin ninguna pretensión democrática es laico y permite libertades sociales que Arabia Saudita, socia de los gringos, condenaría. Además, los rebeldes han extendido a su interior las rivalidades irreconciliables entre sunitas y chiitas.
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