La historia  y la miseria
La historia y la miseria

El economista Waldo Mendoza ha sido acaso el más insistente en recordar la Guerra del Pacífico para tratar de dimensionar las secuelas de la crisis económica que esta pandemia producirá. Ha dicho varias veces que el impacto será de una magnitud que no se ve desde entonces. Pero tal vez no solo en economía debemos voltear a ver lo ocurrido hace 140 años.

Recordaba en esta columna a mediados de abril que las crisis suelen sacar lo mejor y lo peor de nosotros; en todos los ámbitos. Aquella guerra también lo hizo: nos dejó el ejemplo de Grau, el heroísmo más valiente, sublime, vanguardista, humanitario que pueda conocer la humanidad (y no exagero). Pero nos dejó también la miseria del resto de nuestra clase dirigente: un presidente que se fue al extranjero a comprar armas en plena guerra, y un opositor que aprovechó el pánico para hacerle un golpe de Estado, ¡también en plena guerra!

Como buen liberal, rechazo todo historicismo –la creencia en una metafísica de la historia– y, por tanto, también la idea de que esta tiende a repetirse, “el eterno retorno”. Sin embargo, en su libertad, el ser humano aprende o no aprende de sus errores y los ajenos. Y cuando no lo hace, esos errores –no la historia con mayúscula– sí suelen repetirse.

¿No es acaso una versión posmoderna de las mezquindades decimonónicas de Prado y Piérola y sus respectivos allegados lo que vemos cuando el Ejecutivo y el Legislativo peruano se enfrascan en absurdos pulseos políticos sobre inmunidades y antejuicios cuando el país se cae a pedazos por la pandemia y la recesión? Y, por supuesto, no solo ellos: basta mirar las redes sociales y sus miserias. ¿Por qué, en el Perú, nos empeñamos, 140 años después, en que sea lo peor y no lo mejor de nosotros lo que aflore en momentos decisivos de crisis? Esa es la gran pregunta.

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