Golpe, es un golpe
Golpe, es un golpe

Lo que ha ocurrido ayer es un golpe de Estado: un Congreso conformado por procesados y gestores de intereses que no representan a nadie más que a sus jefes se tiró abajo a un presidente mediante una interpretación absurda de la Constitución y sobre la base de hechos previos a su mandato que aún se están investigando. Lo han hecho, además, en contra de la opinión de 80% de los peruanos.

No perdamos de vista que todo esto ha sido dirigido por la vieja clase política castigada por los electores mediante el voto en el referéndum de 2018 y el apoyo masivo a la disolución constitucional del Congreso en 2019. No entender lo ocurrido en ese contexto encubriría a las verdaderas fuerzas detrás del golpe y del ascenso inconstitucional de Manuel Merino.

El país ha sido víctima del capricho de quienes saben que no llegarán al poder ganando elecciones. Es un golpe de los perdedores. No es casualidad que los candidatos presidenciales y los partidos que no tienen opciones claras de llegar al poder ganando en abril son los que echaron gasolina al fuego, apurando la salida de Vizcarra en una situación de crisis sin precedentes: mientras los golpistas celebran, la gente sigue cerrando sus negocios, llorando a sus muertos e intentando imaginar un futuro mejor. Qué tal irresponsabilidad y vanidad de Merino y su pandilla.

Algunos legisladores estaban desesperados por salvarse de sus aprietos criminales y judiciales, pero otros tontos útiles, cegados por el poder, no se han dado cuenta del error histórico que han cometido: terminaron de un porrazo con dos décadas de orden democrático en medio de una pandemia. Desde ayer son golpistas y lo serán por siempre.

Estamos ante un golpe. Es un gobierno usurpador, así que nadie le debe obediencia. El artículo 46 de la Constitución claramente dice que la población tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. A hacerlo.

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