Giro estratégico contra crimen callejero

La lucha contra la inseguridad ciudadana es compleja y retadora. Eso lo tiene claro el ministro del Interior, Carlos Morán Soto, cuya gestión no logra disminuir la intensidad perniciosa del crimen callejero, pese a sus esfuerzos operativos y administrativos.

Las víctimas cotidianas de la inseguridad son estudiantes y trabajadores formales e informales –unos cinco millones en Lima–, madres de familia, pasajeros del transporte público, entre otros.

Frente a ello, el sector Interior y la Policía Nacional han reorganizado sus recursos humanos y logísticos hacia la prevención, lo que resulta insuficiente para conjurar el fenómeno criminal y genera, además, innecesarias discrepancias y turbulencia política.

Nadie podría estar en desacuerdo con la inversión realizada en las operaciones de inteligencia en contra de organizaciones criminales como Los Cuellos Blancos, por ejemplo, y el eventual encarcelamiento de jueces, fiscales, empresarios, líderes políticos, autoridades regionales o municipales en la lucha, sin cuartel, contra la corrupción.

Son éxitos importantes que, sin embargo, no mejoran la seguridad y no impactan, de manera eficaz, en la percepción del peligro del día a día de la población.

Por eso, es necesario un giro estratégico contra el crimen callejero –el más pernicioso– que considere: shock de inversiones en operaciones de inteligencia contra el delito menor; redireccionar las actividades del Sistema de Inteligencia Policial, y una estrategia sólida de desplazamiento y emplazamiento de agentes de inteligencia, previamente seleccionados, en zonas de alta incidencia criminal para arrinconar a los criminales de poca monta que pretenden apoderarse de las calles. Este camino rompe con la doctrina de inteligencia tradicional de manera pragmática y abre las puertas a una mayor eficacia en esta lucha. Para ello, insistimos, es vital convocar a policías retirados, aptos para ayudar en labores administrativas y de inteligencia. ¿Por qué no? Es el momento. ¡Sí se puede!