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¿Y si fuera tu hija?
“La mortalidad materna en adolescentes es mucho más alta que en cualquier otro grupo etario”.
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Hace unos días, la premier Mercedes Aráoz sostuvo que “la violencia viene de espacios familiares muy dañados, donde probablemente ha habido anemia, desnutrición infantil que no permitió el desarrollo del cerebro y la violencia es aceptada como algo normal en estos espacios”. No existe evidencia que sustente tal afirmación. La violencia no es una “cosa de pobres”. Por el contrario, la violencia contra la mujer es transversal a todos los estratos socio-económicos y niveles de educación. De acuerdo con la ENDES 2016, la incidencia de violencia doméstica es mayor en los niveles intermedios de riqueza (quintiles 2, 3 y 4) y en los estratos medios de escolaridad (primaria y secundaria completa). En todos los casos, la incidencia de violencia está por encima del 23%.
A nivel mundial, cada año dos millones de niñas entre diez y catorce años dan a luz. En el Perú, cada día quince niñas de entre once y quince años se convierten en madres.
Sabemos bien que la violencia contra la mujer en el Perú es endémica. Las cifras no mienten: entre 2011 y 2016, 11,781 niñas fueron violadas y quedaron embarazadas. Lo sabemos porque además fueron obligadas a llevar el embarazo a término. De ellas, 8 niñas tenían 9 años, 51 tenían 10, 182 tenían 11, 573 tenían 12, 2,323 tenían 13 y 8,644 niñas tenían 14 años.
El embarazo adolescente, además de ser un crimen, limita su acceso a la educación, ya que una niña madre probablemente abandonará la escuela, y no podrá acceder a un trabajo formal y a sus posibilidades de escapar de la pobreza.
El embarazo adolescente, además de ser un crimen, limita su acceso a la educación, ya que una niña madre probablemente abandonará la escuela, y no podrá acceder a un trabajo formal y a sus posibilidades de escapar de la pobreza.
Es además un problema de salud pública, ya que las niñas madres no están físicamente preparadas para enfrentar el embarazo y parto. Por ello la mortalidad materna en adolescentes es mucho más alta que en cualquier otro grupo etario.
Pero tanto es que a nadie la importa, que los violadores actúan con absoluta impunidad. Hemos normalizado la violencia contra la mujer y la violación sexual de las niñas.
Es cultural, nos dicen los médicos y los policías que atienden a las niñas madres, como si fuese aceptable ser violada a los 8 años por el tío, primo, padre o hermano. La primera experiencia sexual del 24% de las mujeres rurales peruanas ha sido forzada (OMS 2005).
Siendo la violencia contra la mujer un problema endémico, sorprende el nivel de desinformación de la premier. ¿Qué políticas públicas podría diseñar el gobierno para erradicar la violencia contra la mujer, si no llegan a entenderla?
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