(EFE)
(EFE)

La revelación del plagio de la tesis conjunta que presentaron Pedro Castillo y su esposa, ambos maestros, para obtener el título de magíster en la Universidad César Vallejo, en el año 2012, es la cereza del pastel que termina de coronar la indignación ciudadanía con este gobierno.

Tan nefasto antecedente podría ser la razón de fondo por la cual el profesor Castillo no considera prioritaria la meritocracia en el Estado y por qué entrega los más importantes cargos públicos a personas que no están capacitadas ni profesional ni moralmente. Por encima de las calificaciones profesionales, como se sabe, él ha preferido siempre a los amigotes, a los parientes, a los paisanos o a los recomendados de Vladimir Cerrón.

Es más, a lo largo de su gobierno, ha dejado en claro que él recluta casi exclusivamente a gente con trayectorias y conductas parecidas a la suya, como sus dos ministros denunciados también por plagiar tesis para conseguir fraudulentamente el correspondiente diploma. O hasta el díscolo premier, que presentó junto con Castillo un proyecto de ley para forzar un inconstitucional referéndum, copiando párrafos de otros autores, sin citarlos.

Desconocemos el rigor académico de quienes les aprobaron el magíster en la universidad de César Acuña, líder de APP y no tan esporádico aliado del oficialismo en el Congreso, pero debemos recordar que un fraude semejante llevó, por ejemplo, a la dimisión del presidente de Hungría, Pal Schmitt, en 2012. Al demostrarse el plagio destapado por la prensa, la universidad que le otorgó el título se lo retiró de inmediato. Schmitt, ante la vergüenza pública, no tuvo más remedio que renunciar.

En Alemania, durante la administración de Angela Merkel, dos de sus ministros –Karl Theodor Guttenberg y Annette Schavan– se vieron obligados a dejar sus cargos deshonrosamente luego de que las universidades donde se graduaran les retirasen también los grados académicos, al demostrarse que sus tesis doctorales incluían plagios flagrantes, como se había denunciado.

Estamos en el Perú. Tener a un copión –según el reportaje de Panorama– en la Presidencia de la República es una afrenta a la honradez no solo de los estudiantes que se esfuerzan por sacar buenas notas y graduarse limpiamente, sino a la buena fe de los peruanos. ¡Qué vergüenza, profesor Castillo!

TAGS RELACIONADOS