Colectivos en la avenida Javier Prado. (GEC)
Colectivos en la avenida Javier Prado. (GEC)

No llegaremos al extremo de decir que, a cinco meses de instalado, este Parlamento es peor que el anterior, pero hace todos los esfuerzos; no pisotea la institucionalidad democrática un día sí y otro también, ni de momento encubre a delincuentes probados, pero vaya que estos parlamentarios se las están apañando para enhebrar una barbaridad tras otra, casi sin tomar aire entre la penúltima y la siguiente.

Es como si la brevedad de su mandato impeliera a estos fugaces padres de la patria a acelerar trámites, prácticamente hasta festinarlos, y lanzarse cual combis asesinas a promulgar leyes saltándose consideraciones técnicas o cualquier evaluación del impacto social, económico o sanitario que estas pudieran acarrear, más allá del corto plazo (léase, próximas elecciones presidenciales).

Y la de esas combis es la imagen que evoca de inmediato el más reciente proyecto de ley perpetrado por el Legislativo. La pretensión de “formalizar” el transporte masivo que aducen quienes respaldaron con su voto la promulgación de esta ley no resiste el menor análisis, y a larga solo obtendrá el efecto contrario: aumentar el caos vehicular. Como en el gobierno de Fujimori, cuando se auspició a miles de choferes e improvisados que ejercían informalmente el oficio de transportistas, y que terminaron desencadenando el terror en las pistas por la cantidad de tragedias que generaban, los actuales congresistas pretenden fáciles puntos de aprobación a costa de retroceder lo poco que se ha avanzado en la tan necesaria reforma del transporte. No les interesa exponer las vidas de las miles de personas que terminarán convirtiéndose en números de víctimas por culpa de la informalidad en las pistas.

El agravante en esta oportunidad es la emergencia sanitaria que vive el país, a la que el Congreso parece haberle dado la espalda. La cantidad de contagios y muertes que se generen en los colectivos que van a “formalizar” al caballazo, entonces, serán únicamente de su responsabilidad. Que nadie lo olvide.