Miyashiro (Piko Tamashiro)
Miyashiro (Piko Tamashiro)

En los noventa utilizaban dinero del Estado para crear diarios como “La Chuchi”, “El Chino”, “El Mañanero”, “El Chato”, “El Tío” o “La Yuca” con el único objetivo de demoler a políticos opositores y a periodistas preguntones.

Según la fiscal que investigó el caso, se pagaba entre 2,000 y 3,000 dólares por portada. Dos décadas después, es más barato y fácil cumplir con esa misión.

Aunque algunos diarios locales de bajísima circulación se mantienen como una reminiscencia de esos tiempos oscuros, ya no se necesitan diarios chichas para hacer ese trabajo sucio.

Es suficiente tener un puñado de trolls que se dedican a calumniar e insultar en redes sociales, quienes luego son difundidos por políticos de mala entraña y seudoperiodistas que “legitiman” esos mensajes. Por eso, congresistas como Marco Miyashiro, que sabe de tácticas de desestabilización, proponía un tiempo atrás en el WhatsApp de su bancada una estrategia en redes sociales “sin que se les identifique”. Esperan que un medio “amigo” tome la información, suelte una “pepita”, todo comience a circular por WhatsApp y así ir demoliendo la imagen de los opositores.

Precisamente, para ese tipo de trabajo están los fujitrolls, quienes en muchos casos son asesores pagados con dinero público. Esos son las verdaderas sanguijuelas del tesoro público, como el reciente fujitroll desenmascarado Frank Keskleich Torres, alias Catarsis y Harakiri, quien es asesor del congresista Julio Rosas mientras insulta abiertamente a todos sus opositores, como si de eso se tratase la libertad de expresión.

La cuadrada que el periodista René Gastelumendi le hizo a ese troll me hizo acordar al triste personaje Hotel Merlín que al ser descubierto solo atinó a soltar lágrimas de cocodrilo. Solo se atreven a actuar escondidos tras una pantalla.

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